En casa de Wesener —un comerciante recién llegado a Lille con sus hijas— Charlotte, la hermana mayor, borda mientras Marie escribe una carta a la familia de Stolzius, su novio en Armentières. Cuando aparece el joven oficial de la nobleza, Desportes, en la tienda de Wesener altera la paz de la familia: pretende seducir a Marie, algo a lo que el padre se opone de forma rotunda. Sin embargo, nadie puede impedir que se desencadene la tragedia. En Die Soldaten, Zimmermann aborda sin tapujos la violación. Soldados, oficiales y mujeres vejadas y asesinadas protagonizan este violento drama que además denuncia los horrores de la guerra.
El Teatro Real estrenó el pasado 16 de mayo la controvertida ópera de Bernd Alois Zimmermann (1918-1970), coincidiendo con el centenario del compositor y el bicentenario del coliseo madrileño. Die Soldaten parte de la obra del escritor Jakob Lenz (Livonia, 1751-Moscú, 1792). Un visionario, icono del movimiento romántico Sturm und Drang, que supo anticipar los elementos del drama moderno y escandalizó al público de la época. La acción de la tragedia se sitúa en los años de la guerra franco-austriaca de los Países Bajos en la segunda mitad del XVIII e indaga sobre las circunstancias sociales y la mediocridad humana.
Zimmermann utiliza la degradación de Marie, a quien los soldados convierten en una prostituta indigente, como metáfora de la degeneración moral y ética de la humanidad. De esta forma construye una ópera radical e inabarcable. Una especie de collage sinfónico que no sólo pulveriza las tres unidades del teatro clásico —lugar, acción y tiempo—, también destroza la inocencia. “La violación de Marie no atañe solo a Marie: es un símbolo de una violación física, psíquica y emocional de todos los personajes entrelazados en la obra”, explica Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real. “Zimmermann ha querido dar a esa violación de Marie una dimensión universal, para que también nosotros, los espectadores, nos sintamos violados. Su humillación es la de toda la humanidad”.
En la puesta en escena, Calixto Bieito no nos ahorra ni un ápice de crueldad, perversiones y sexualidad que sitúa en el siglo XX. El montaje es, sin duda, monumental e inquietante. Más de un centenar de músicos, decenas de percusionistas, un conjunto de jazz y el director, Pablo Heras Casado —todos vestidos de uniforme militar— se alzan sobre un andamio que ocupa el escenario. Bajo esta imponente construcción se sitúan diversos túneles por los que hacen su aparición cantantes y actores a una escena construida sobre el foso que le otorga una perturbadora proximidad al público. Amenazante, incluso.
En semejante contexto, el público contempla escenas de caserna, agresiones mezcladas con diálogos familiares entrecortados y conversaciones castrenses, gritos y cañonazos. No hay fronteras, jerarquías ni cronologías entre cantantes, actores, músicos y público, testigo atónito de una sucesión esférica donde se confunden futuro y pasado, las notas militares y litúrgicas. La escena se desdobla en múltiples escales. Tanto que la partitura de Zimmermann se consideró inejecutable hasta bien entrado el siglo XX, en concreto 1965. Fecha de su estreno bajo la dirección de Michael Gielen y con Edith Gaby, Liane Synek, Helga Jenkel, Anton de Ridder, Claudio Nicolai y Zoltan Kelemen en los personajes principales.
Las 7 funciones de Die Soldaten se alternarán con 5 representaciones de Street Scene, dos óperas que indagan, desde épocas, espacios y lenguajes muy distintos, la brutalidad de la violencia de género.
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