Antonio Buero Vallejo comienza a desarrollar su vocación literaria tras una larga estancia en prisión. ¿Su delito? “Adhesión a la rebelión” por participar en actividades clandestinas y no presentarse ante las autoridades franquistas. Es detenido y condenado a muerte en un juicio sumarísimo en 1940. El castigo a la pena capital dura ocho meses. Su reclusión un total de seis años y medio. Cuando se estrenó El concierto de San Ovidio, allá por el 1962, el dramaturgo ya había bregado con la censura del régimen lo suficiente para sortear casi todas sus maquinaciones. Aprendió a decir tan sutilmente lo que no se podía decir que incluso atesoraba galardones tan sabrosos como el Premio Nacional de Teatro.
Tratar en la España de los primeros 60 un asunto tan peliagudo como la lucha de clases requería mucha pericia literaria. De ahí que revistiera de parábola –imagino que con toda la mística bíblica que entonces implicaba el término— una obra con mucho de conciencia social y de crítica velada a la marginación ejercida por el poder. Hay también una historia de amor y dominación, de búsqueda del compromiso. Describe en definitiva un mundo cruel con la gente que es física o psíquicamente diferente, explica Mario Gas que recupera la tragedia de Buero para el Centro Dramático Nacional.
El director uruguayo respeta en esta ocasión el ambiente original de una pieza que desarrolla en un hospicio parisino de finales del siglo XVIII. Allí llega Valindin, un jeta de manual, un tipejo sin escrúpulos que consigue camuflar sus verdaderas intenciones —sacar beneficio económico— a base de zalamerías y otros subterfugios. La monja, que regenta el Hospital de los Quince Veintes, traga. Los seis ciegos, emocionados ante la perspectiva de tocar instrumentos musicales en la fiesta de San Ovidio, tragan. Pero hay alguien que no.
Mario Gas funde su lenguaje escénico con el literario literal de la obra de Buero Vallejo para reflejar la patética situación de los invidentes desdichados que protagonizan la pieza. Si el dramaturgo español aprovecha el desnivel temporal para agitar conciencias, Gas reproduce la misma fórmula para aproximar El concierto de San Ovidio a la realidad del siglo XXI, porque “la obra está hablando del mundo actual, está hablando del poder, de la humillación, de la explotación, de la alienación”. No se trata de explicar lo que ocurrió, sino lo que sigue ocurriendo pues, al fin y al cabo, se lleva a escena actitudes constantes del ser humano, cuestiones no resueltas todavía.
Las notas de Arcangelo Corelli, interpretadas por Pablo Duque, salpican de melancolía una pieza de naturaleza triste, plagada de humillaciones, pero también de dignidad. El montaje incluye, para explicar el texto, efectos audiovisuales a cargo de Álvaro Luna como un complemento que ayuda a desarrollar el mensaje escénico y la estética que queremos plantear, sin que moleste y sin que rompa con el tratamiento escénico.
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Centro Dramático Nacional. Del 23 marzo al 20 mayo 2018. Teatro María Guerrero. Horario: de martes a sábado a las 20:30 horas y domingo a las 19:30 horas. Duración aprox.: 2 horas 10 min (sin intermedio).
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