El romanticismo surgió en Alemania como reacción contra los excesos del Racionalismo del Siglo de las Luces, contra la superioridad indiscutible del progreso, el optimismo desmesurado en la civilización, la técnica y la razón. Del mismo modo que la Francia napoleónica había tomado como referente los clásicos greco-latinos, los primeros seguidores del nuevo movimiento romántico apostaron por coleccionar y estudiar todo aquello de lo que dependía la vida y resurrección de la cultura alemana: cuentos transmitidos de generación en generación desde tiempos remotos, con los que recuperar un tipo de poesía no contaminada por la civilización moderna.
El polifacético Ernst Theodor Amadeus Hoffmann fue uno de los personajes más fascinantes del Romanticismo alemán, aunque en su faceta como autor literario gozó de más éxito en Francia que en Alemania. Sus cuentos traducidos al francés tuvieron una difusión muy amplia. Además, Hoffmann influyó en algunos de los mayores escritores franceses del siglo XIX, desde Victor Hugo a Charles Baudelaire. Lógicamente, Hoffmann acabó siendo el personaje principal de una ópera francesa: Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach.
Como Hoffmann, Offenbach también era alemán y tuvo mucho más éxito en Francia que en su país de origen. Offenbach -El Mozart de los Campos Elíseos, como lo llamó Rossini- habría pasado a la historia de la música como el compositor de más de cien operetas francesas famosas y de gran éxito si, en los últimos seis años de su vida, no se hubiera empeñado en poner lo mejor de su oficio, de su inspiración y de su arte en componer la única ópera seria de su carrera.
Siguiendo la tradición del romanticismo alemán, tanto la obra literaria como la ópera Los cuentos de Hoffmann son una reflexión sobre la verdad y la ilusión, historias desarrolladas en una atmósfera semireal y fantástica que tratan de explicar lo inexplicable, lo oculto tras el velo de la realidad. Tanto Hoffmann como Offenbach, trabajaron en su obra hasta el final de sus días, lo que también sugiere que para todo creador, su obra está por encima de las dificultades.
Debido a la guerra franco-prusiana de 1870, Offenbach pudo comprobar el rechazo del público francés que lo había encumbrado –recordemos que era alemán de nacimiento. Y también pudo comprobar el rechazo de los alemanes, que ya no lo consideraban como un compatriota a aquel que llamándose Jakob ahora se llamaba Jacques y vivía en París desde la adolescencia.
Offenbach murió tres meses antes del estreno, por lo que son varias las versiones de la partitura. Si pudo presentar una versión para piano y voz en un concierto privado ante los empresarios de las óperas de Viena y París. Terminada por Ernest Guiraud, su estreno tuvo lugar en París el 10 de febrero de 1881. Desde aquella noche, encadenó 101 representaciones de forma ininterrumpida.