Classical

A recorrer las calles de Ámsterdam con Pieter Goemans

Un compositor prácticamente desconocido hizo la canción que mejor se identifica con su ciudad: Ámsterdam.

El mar del Norte sacude una cadena de dunas que avanza, las franquea y se convierte en el mar de Frisia, y más allá, en el mar del Sur. Entre uno y otro mar se extiende una sucesión de penínsulas y suelos de aluvial siempre sometidos al inexorable régimen del agua. Un paisaje con gente del agua dispersa entre las corrientes, las marismas y los ríos, siempre amenazadas por las subidas del nivel del mar, que no sólo configuró una tierra, sino también el ser de un pueblo. Cuando alguien se propone caracterizar un país por uno sólo de sus rasgos corre el riesgo de ser tachado de imprudente. Sin embargo, este hecho, que resulta evidente para casi todos los países del mundo, no lo es tanto para Holanda, pues es posible que no exista un territorio y un pueblo que tenga una geografía y una historia tan emparentada con el agua. Como dijo el destacado escritor holandés Cees Nooteboom, un pueblo que no encontró ni recibió la tierra que habita, sino que la creó.

Brujas, Hamburgo, Estocolmo… Al igual que otras ciudades de Europa septentrional, a Ámsterdam también se la conoce como la Venecia del norte. La capital de los Países Bajos está situada en el estuario del río Ij en la confluencia con el Amstel, situación que dio nombre a la ciudad fundada como un pequeño pueblo de pescadores y que en la actualidad es una de las urbes más abiertas y cosmopolita del mundo. Gran parte del centro histórico que hoy conocemos fue construido en el siglo XVII, el Siglo de Oro de Ámsterdam. Una ciudad llena de monjas, putas, barqueros, ediles, verdugos y comerciantes en la época en la que se conformó un estado dentro del estado, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales cuyos navíos surcaron los mares del mundo, desde el Báltico hasta las Indias Orientales. Fue entonces cuando se construyó una extensa red de canales concéntricos, un laberinto ordenado de caminos acuáticos y obras defensivas. Después, alrededor de esos 160 canales se urbanizaron nuevas calles con casas y almacenes de estilo neerlandés, una de las imágenes más famosas del Ámsterdam más elegante y noble, juntos con sus olmos y sus bicicletas.

El amsterdamés Pieter W. Goemans fue un compositor nacido en 1925 prácticamente desconocido incluso para sus propios compatriotas, quizás por el hecho de que usase seudónimo para firmar algunas de sus obras. Su padre, diplomático del mismo nombre, le obligó a utilizar seudónimo para desligar cualquier asociación de su nombre con las actividades de su hijo. Así que en 1949, bajo el alias de Peter Shott, compuso Aan de Amsterdamse grachten -En los canales de Ámsterdam-, una canción a ritmo de vals que según marca una norma jamás escrita pone punto final al Grachtenfestival, festival anual de música clásica que se realiza sobre los canales de Ámsterdam.

Un canto a la ciudad de Ámsterdam que comienza de modo triste y melancólico pero que continúa con un hermoso canto de esperanza por los tiempos que han de venir. La letra de Aan de Amsterdamse grachten, que todos los asistentes cantan, es así:

A los canales de Amsterdam
He prometido mi corazón para siempre
Amsterdam llena mi mente
Como la ciudad más bella del país
 
Todas aquellas personas en Amsterdam
Todas las luces por la noche en la plaza
Nadie puede desear más
Que ser un Amsterdammer
 
Hay una casa en el canal en Amsterdam antiguo
Donde como un niño de ocho años visitaba a mi abuela
Ahora hay un hombre extraño en la primera habitación 
Y tambien el maravilloso ático es ahora una oficina
 
Solo los árboles, los árboles, muy por encima del tráfico
Y sobre el agua va un barco al igual que ayer
 
A los canales de Amsterdam
He prometido mi corazón para siempre
Amsterdam llena mi mente
Como la ciudad más bella del país
 
Todas aquellas personas en Amsterdam
Todas las luces por la noche en la plaza
Nadie puede desear mejor
Que ser un Amsterdammer
 
Todas aquellas personas en Amsterdam
Todas las luces por la noche en la plaza
Nadie puede desear mejor
Que ser un Amsterdammer