Cuando Madrid amanece soleado, disfrutar de un paseo por sus calles más antiguas se convierte en un precepto de obligado cumplimiento. Descubrir el Madrid de la Villa y Corte, noble, ilustre, literario, filarmónico e histórico, vagar entre las callejuelas estrechas y las amplias plazas herencia del Magerit medieval y los restos de su vieja muralla para terminar en alguna –o algunas– de las numerosas fondas y tabernas decimonónicas en el popular Barrio de La Latina, previo paso por El Rastro, es una cita cultural y gastronómica ineludible.
Buscando fonda tras el largo paseo, el viajero pasará por las plazas de Cascorro y de la Cebada hasta llegar la Cava Baja, calle de las viejas posadas históricas de Madrid, y allí en pleno bullicio y algarabía el amante del tapeo hallará -en el número 21- un coqueto restaurante de estética castiza, ambiente cosmopolita y espíritu desenfadado donde degustar bien acomodado en la barra o en las mesas de la entrada unos deliciosos callos a la madrileña, unos huevos estrellados o pinchos variados: setas y jamón ibérico con pimiento de Guernica, solomillo ibérico con cebolla caramelizada, pechuga de pollo a la provenzal con tomate y cebolla o bacalao ahumado con alioli… Todo ello, cómo no, acompañado de las tradicionales cañas o un buen vino de su excelente bodega. En La Camarilla cada uno disfruta con el plan que más le atrae o se queda con todos. Puede elegir un delicioso brunch castizo a media mañana o esperar a drunch de la tarde, una original merienda con diferentes bocados y un cóctel como broche final. Por las noches, además, música y copas.