Como si de un imán se tratase, hay lugares que por motivos desconocidos se llenan de gente a todas horas. El boca a boca tiene mucha culpa, por no decir casi toda, aunque la novedad también pone algo de su parte. El barrio de Malasaña siempre está que arde, repleto de sitios que conocer y espacios rompedores, todos ellos con un toque canalla, desenfadado y que apetece a cualquier hora del día.
El último local en incorporarse a este conglomerado de concurridas y dinámicas calles es el restaurante Navaja, una apuesta que ya atrae a foodies, seguidores de tendencias y curiosos a partes iguales. Es difícil no fijarse en Navaja si pasas por delante de él, pero si no eres de los que tiene tiempo para pasearse en busca de nuevos rincones en la capital, tan solo tienes que ir directo al número 42 de la madrileña calle Valverde.
Fácil, ¿verdad? Lo reconocerás porque tiene paredes de cemento visto, un suelo de damero y muebles de estilo vintage que no renuncian al color. Un interiorismo que no tiene desperdicio y que te hará querer probar todas y cada una de las propuestas de su carta. Aunque nadie duda que su especialidad, las navajas Nikkei, que además dan nombre al propio restaurante, es algo obligatorio de probar antes de salir del local. Se cuecen a baja temperatura y se acompañan de un delicioso polvo de cacahuete, tapioca hidratada, habanero, jengibre, cebolla china ahumada, leche de tigre chifera y crujiente de tirabeque.
Cocina fusión que se puede degustar en mesas altas, en la barra o en el comedor que el restaurante tiene en la parte interior. Tres zonas en las que se han conservado los materiales ya existentes en el edificio y donde se pueden pedir desde una ensalada de quinoa con pulpo hasta buns de presa ibérica, tataki de atún marinado en soja y pimientos de padrón o incluso ostras gallegas con mayonesa japonesa y salsa ponzu. Informal, fresco y muy auténtico, así es Navaja, el nuevo restaurante de parada obligatoria en Malasaña.
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