Desde los divertidos columpios de la entrada enfrente de la barra a la misteriosa cueva centenaria del sótano, pasando por el rincón de mesas altas, su doble comedor principal y el elegante salón de espejos de la planta superior, este restaurante de la calle Toledo es un universo digno de descubrir de arriba a abajo.
Con cinco espectaculares espacios diferenciados, uno para cada estilo y ocasión. Nada más entrar, recibe la amplia y desenfadada barra, acompañada de varias mesas con columpio y un pequeño ‘bosque’ en el techo. Unos pasos más adelante, el Gin Club, otra zona con originales mesas altas ‘huecas’, hechas con palés y rodeadas de los grandes de la música y el celuloide de los años 60 y 70. A continuación, los dos salones principales: el blanco tiene un estilo moderno, sencillo, minimalista, con vistas a la cava de vinos, y está comunicado con el rojo, de altos techos ornamentados con ‘toxo’ un arbusto tratado y teñido en rojo que le aporta glamour y distinción.
Subiendo las escaleras, sorprende el Salón de espejos, el área más elegante y formal del restaurante, con voluptuosos marcos, y una cuidada estética en blancos, negros y color plata. Por último, en el subsuelo, su preciosa cueva centenaria con capacidad para 25 personas en mesa y 40 en cóctel.
A pesar de los detalles, por más que se describa cada centímetro de este local, lo verdaderamente impactante es vivirlo y disfrutarlo en directo.
Pero no estamos hablando de un museo, aunque lo parezca. Porque a Basarri Gin Club se va a comer y a beber bien, ya que ofrece una de las alternativas culinarias más interesantes de la zona y además a muy buen precio. Cocina tradicional, reconocible, con toques actuales y respetando al máximo los sabores y el producto. No en vano, su base es la cocina de toda la vida, aunque cuentan también con opciones modernas y originales. En su carta hay platos estrella como el Pulpo a la brasa sobre calabacín, el Foie caramelizado envuelto en manzana asada o la Hamburguesa trufada Basarri.
El responsable de esta apetecible tentación es el chef Eduardo Maine, que aporta su buen hacer e ilusión y pretende “conquistar los paladares de los clientes con producto de calidad a precios anticrisis”. El jefe de sala, Francisco Cobo, es el encargado de hacer que cada comensal se sienta como en casa, y de sugerir alguna de las 43 referencias de vinos o 30 de ginebras premium para todos los públicos y bolsillos.
400 m2 para desayunar, picotear a cualquier hora, comer un menú mediterráneo incluso el fin de semana, cenar, tomarse unas copas…O celebrar un evento inolvidable reservando alguno de sus espacios.
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