Descubrir el Borne –uno de los barrios más cosmopolitas de Barcelona– comprar, ir de museos o simplemente pasear por sus callejuelas estrechas y disfrutar de toda la historia que encierran sus muros es, sin duda, uno de los planes más apetecibles para disfrutar de estos cálidos y eternos días estivales. Allí mismo, en pleno Casco Histórico frente al antiguo Mercado, Karel Schröder ha rescatado un viejo bistró para convertirlo en el local más chic y evocador de la zona, el Café Kafka. Y lo ha hecho “a su manera”. Ya solo el nombre es una tentadora invitación imposible de rechazar y esa “manera” tan particular de su propietario y que tanto tiene que ver con las esencias, le ha llevado concluir “el proceso” con un resultado espectacular.
Pero vamos por partes. Confiada al buen gusto y la originalidad de Yolanda Vilalta y Helena Jaumá, la decoración es fruto de una cuidada “metamorfosis” inspirada en la vieja estructura y ciertas piezas antiguas que las interioristas hallaron en el histórico local, creando un ambiente acogedor, una atmósfera que atrapa por su creatividad y belleza. A base de materiales heterogéneos, muchos de ellos reciclados –como la lámpara Sputnik de los 50 que flota sobre la sala junto a multicolores portalámparas–, paredes forradas con espejos, molduras y anaqueles repletos de libros clásicos, el suave terciopelo de los asientos, el ratán de las sillas junto a una barra de madera decorada con antiguos paneles de hierro, mesas con superficie de cristal pintado y cantos de latón, bombillas de carbono y globos multicolores de opalina, han logrado recrear un cálido ambiente a medio camino entre un hogar excéntrico, un café literario y un bistró de Saint Germain.
La cocina. Selecta. Desde las materias primas para antojos “sencillos” –mariscos, ternera de León, pescados frescos o Jamón Ibérico de Recebo cordobés– hasta el Beluga iraní o el Chatka imperial ruso para los más caprichosos, pasando por la selección de vinos y licores Premium, todo es objeto de una incesante búsqueda de la excepcionalidad. La pasta es otro de sus platos fuertes, al igual que los tartar de carne y pescado.
Como una “contemplación distraída de la ventana”, encendido por el sol que lo inunda desde la amplia cristalera o en la cálida penumbra que lo envuelve en las horas nocturnas, el Café Kafka seduce a gente joven, viajeros curiosos, intelectuales o sibaritas urbanos de todas las edades dispuestos a sumergirse en su ambiente único, cool y acogedor.
C/ Fusina, 7 – Barcelona 08003
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