Restaurantes

Descifrando La Contraseña

Cinco espacios en uno. Un intrigante restaurante y bar que nos tienta a descubrirlo poco a poco.

La calle Ponzano esconde un secreto. Tras una entrada diminuta, en el número 6, aparece un coqueto espacio con barra y mesas altas en el que lo último en interiorismo se combina con el sabor de una rica variedad de pinchos de autor. Hasta aquí podríamos llegar, pensando que acabamos de descubrir otro bar de tapas más decorado de forma impecable por Álvaro Oliver Bultó y con un ambiente excelente. Pero no. Este es solo el primero de una combinación de espacios que van desembocando en otros cada vez más espectaculares. Esto es solo el principio de La Contraseña.

Al otro lado de un estrecho pasadizo se accede a una amplia sala de inspiración colonial que hace las veces de epicentro del restaurante. Sus múltiples ambientes (desde mesas para grupos hasta rincones más íntimos) acogen una carta mediterránea y dinámica, un listado de platos muy bien pensado para un picoteo inicial, un plato individual y para volver a compartir los postres. La burrata sobre tartar de tomate, los rollitos de capón y las croquetas de carabineros podrían ser la primera parte; seguida de unos ligeros raviolis de pato y boletus con salsa de trufa, un tataki de atún con algas o un risotto mar y montaña. El toque dulce lo pone un divertido brownie presentado en forma de macetita, y unas sabrosas fresas estofadas con vainilla.

Tanto si hace sol como si llueve, si es de día como de noche, el patio interior acristalado es la zona estrella de La Contraseña, y precede a lo que era una antigua vaquería de Chamberí, transformada ahora en un área desde la que se divisa todo lo anterior entre alacenas que guardan antiguas cristalerías y vajillas familiares.

Aún no termina. Seguimos descifrando un espacio que culmina, en la planta superior, con un gin bar y, en la planta sótano, con su secreto mejor guardado, el que solo descubren unos pocos afortunados. El Escondido es un pequeño salón, bajo la entrada de la calle, que se reserva para un mínimo de ocho personas con menús cerrado. Peticiones fuera de carta, copas y tardes de póker se concentran en este recoveco clandestino para aquellos que quieran ver sin ser vistos.

Cinco espacios en uno. Una joya en una calle castiza. Un intrigante restaurante y bar que nos tienta a descubrirlo poco a poco. ¿Te atreves?

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