Restaurante Espacio 33, Madrid
Restaurantes

Comer a las puertas del cielo

Figurada y literalmente.

Al restaurante Espacio 33 le separan del suelo 160 metros. Se trata del más alto de España y, lo mejor de todo, es que su cocina se eleva a su nivel.

Dicen que la altura afecta a todos nuestros sentidos. Las compañías aéreas, por ejemplo, buscan rigurosos estudios que defiendan que el hecho de que sus menús sean del todo insípidos no es culpa de la empresa de catering de turno, si no de nuestras adormecidas papilas gustativas... Sin embargo, los resultados de algunas de estas investigaciones son sorprendentes, algunas de ellas concluyen que hay alimentos, como el tomate, cuyas más destacadas propiedades se refuerzan cuanto más arriba se consuman (lo cual nos devuelve todo el derecho a criticar a quienes nos dan de comer en pleno vuelo).

No sabemos si la situación de Espacio 33 favorece sus platos o si es que a Rafael Martínez lo de la buena cocina le viene innato, lo cierto es que una vez encaramados a la trigésimo tercera planta de Torre Espacio, esa cuarta parte del nuevo skyline madrileño, disfrutaremos de un auténtico regalo para la vista y el paladar.

La oferta gastronómica es tradicional y de mercado, seleccionando los mejores productos. Cocina de siempre con un toque de autor y una excelente carta de vinos con amplia variedad de Denominaciones de Origen y referencias poco conocidas. Para abrir boca, una tempura de verduras con espuma de salsa tártara, unas fantásticas croquetas de cocido y jamón o un pulpo a la parrilla con patata revolcona. El steak tartar, la merluza con crema de moluscos y gamba blanca o alguna receta de caza, como el lomo de jabalí, son opciones estrella antes de terminar con una torrija de brioche o un chocolate en dos texturas. 

El atento servicio y la elegancia minimalista del entorno, tanto en sala como en sus pequeños reservados, permiten que solo tengamos que preocuparnos de dar buena cuenta de lo que allí se sirve ante nosotros: Una carta que se antoja casi celestial enmarcada en un atardecer impagable. A un lado la ciudad. Al otro, la montaña. Y el sol arropándolo todo antes de acostarse.

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