Es a mediados de 2018 cuando Brasserie Lafayette abre sus puertas en su actual ubicación para profundizar y desarrollar al detalle todo el abanico gastronómico puro francés. Pero, en realidad, se trata de un restaurante con una historia y recorrido fascinantes. Todo comienza en Edimburgo, en 1998. Sébastien Leparoux se lanza a la conquista de las tierras escocesas con los sabores y aromas de su Bretaña natal. Su idea inicial, perfeccionar el inglés mientras trabaja en un famoso restaurante francés de la capital galesa, experimenta un cambio inesperado. El local cierra. El chef bretón, formado en la Escuela de Hostelería de Guérande, emprende su propio camino. Así nace la típica brasserie con nombre de general francés.
En ese tiempo, Leparoux conoce a su mujer, madrileña, y tres años después se trasladan a Madrid. El periplo en la capital comienza en Las Tablas, una zona joven con grandes posibilidades y, entonces, escasa oferta hostelera. El éxito no se hizo esperar y tras la pandemia, Lafayette se renueva. A escasos metros de Príncipe de Vergara, en una callecita coqueta y escondida, la brasserie es un rincón abierto a la tradición gala donde, en un ambiente acogedor y romántico, se despliegan la esencia y la sensibilidad de la cocina tradicional francesa.
El local es un remanso de paz, decorado con esmero. Las gruesas cortinas rojas (tan parisinas) otorgan al espacio un aire teatral encantador que contrasta con las vigas vistas de estilo industrial. La terraza, cubierta de vegetación, invita al sosiego y la intimidad a ritmo de jazz y música francesa.
Tras los fogones se encuentra Sara Peral. Sólo tiene 30 años y ya ha recorrido algunas de las cocinas más prestigiosas de nuestro país: Mugaritz, Diverxo y Coque. Ella, cuya cuidada técnica y amor por el producto le han permitido profundizar en los diversos aspectos culinarios internacionales, desarrolla en Lafayette una equilibrada carta que combina cocina de mercado, esencia y sabor del recetario tradicional.
Los clásicos —la sopa de cebolla, la ratatouille, la terrina de foie gras mi-cuit o el paté de champagne— alternan con exquisiteces tan sofisticadas como las ancas de rana, los mejillones Bouchot al vapor, el lomo de corzo braseado o la raya meunière. No faltan los platos de cuchara (cassoulet y lentejas caviar con vieiras) ni las carnes típicas de las gastro gala. Los postres hacen honor a la tradición gourmande del país vecino e incluye versiones de especialidades internacionales.
La bodega Lafayette es fundamentalmente francesa, aunque incluye vinos de Jerez y de Oporto. Todos ellos son genuinos, con carácter y difíciles de encontrar en otros restaurantes madrileños. Recorrerla es disfrutar de cada una de las zonas vinícolas (y uvas) de Francia: desde el clásico Borgoña (Pinot noir) a los blancos del Ródano (Roussane, Garnacha blanca o Marsanne). Y champagnes, claro, algunos de añadas emblemáticas, especialmente exquisitos.
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