Oscar Wilde fue, además de uno de los escritores más destacados del mundo, el tipo que puso a la sociedad victoriana frente a su espejo, claro que ella no se espantó ante su reflejo sino que pagó con Wilde, con su convicción de convertir el placer en la esencia de la vida, sus propios complejos.
Ese aire hedonista del brillante escritor irlandés es la que se respira en un nuevo bar neoyorquino que nace para rendir homenaje a Wilde y para nuestro propio placer; y es que Oscar Wilde nació en una familia acomodada, aprendió a apreciar la cultura desde niño y en su casa -hijo de un prominente oftalmólogo y de una destacada poetisa-, continuó el uso y disfrute de las letras en su educación formal y fue, desde que comenzó a escribir, premiado, alabado y admirado por la sociedad de su tiempo.
Sus placenteras convicciones de la vida recibieron un revés cuando la mujer que amaba se casó con otro, con ánimo de superar aquel disgusto, el bueno de Wilde abandonó su Irlanda natal, aunque Irlanda nunca lo abandonaría a él; viajó mucho y no sólo por Europa, también a Estados Unidos, pero su etapa de esplendor, lujo y placer la viviría en Londres, fue el tiempo que duró su matrimonio con él en la cúspide de su carrera y padre de dos hijos.
Luego llegó el desastre... La rígida sociedad victoriana de Londres no asumió la homoxesualidad de Wilde y acabó encarcelado y condenado a trabajos forzados durante dos años; perdió la patria potestad de sus hijos y su mujer se separó de él aunque nunca pidió el divorcio y le pasaba una asignación, no le permitió acercarse a sus hijos.
Hoy Oscar Wilde no sólo es apreciado por su innegable arte literario sino también por su filosofía de vida, tanto es así que incluso Nueva York ha abierto un establecimiento al calor de ese sentido de vivir; es un magnífico y lujoso lugar, histórico y lleno de sorpresas; allí te encontrarás al propio Wilde dispuesto a compartir una copa contigo -hecho estatua, es cierto, pero si como el propio escritor irlandés decía, un hombre que vive más de una vida, varias muertes ha de morir, quién sabe...-.
En un edificio centenario, este nuevo bar neoyorquino recrea un ambiente que ya no existe más allá del universo de Wilde y lo hace a través de una excepcional y sorprendente decoración: una chimenea francesa del S.XIX, la barra de bar más larga de Nueva York, un reloj de pie de más de dos siglos de antiguedad, 26 relojes antiguos más (todos parados a la hora de la muerte de Oscar Wilde), mármoles y paneles de madera procedentes de castillos históricos... éstos son sólo algunos de los objetos llegados de París, Gales, Irlanda, México y otros lugares del mundo, también de otros tiempos, con los que se construye el universo hedonista de Wilde en Nueva York.
Y por supuesto, en un bar abierto al calor del placer, no puede ofrecer más que un menú y una carta de bebidas y cócteles de delicioso nivel...
Si visitas Nueva York próximamente, no olvides saludar a Oscar Wilde de nuestra parte...
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