Era tarde y el vino con el que habían regado la cena nublaba todavaía sus pensamientos, por eso decidieron subir la calefacción, calzarse las pantuflas y tirarse en la alfombra y el sofá, alguno con un gin tonic en la mano, otros con un whisky on the rocks pero todos poco dipuestos en la misma medida y proporción a dar por terminada la velada. ¡Verdad o reto! Propuso Carlos abriendo una gaveta del mueble del salón y sancando una bandeja de chupitos y una botella de whisky japonés.
Tenían un modo muy peculiar de jugar a verdad o reto y lo hacían, además, siempre del mismo modo: las chicas solían optar por la verdad, de ahí que todos supieran cuán depilada vivía Mireia, qué compañeros de facultad habían pasado por el piso de Elena y cuántos zapatos guardaba Eloísa; ellos en cambio pasaban de verdades porque decían no tener nada interesante que confesar (eso, o que no estaban dispuestos a que nadie les preguntara nada) y en cuanto al reto solían reducirlo a ver cuántos chupitos de whisky lograban soportar. No era un juego muy edificante, ciertamente, pero así alargaban la velada lo justo para quedarse a dormir la mona, después del vino y las copas nadie saldría por la puerta de su casa (Eloísa ya había cerrado con doble vuelta y guardado la llave en su dormitorio).
Comenzaron las rondas y se multiplicaron la risas; Mireia confesó haber tenido algo más que palabras con Edu, su compañero de despacho, y Miguel, siguiendo su estela, se ahorró un reto-chupito y desveló que llevaba un tiempo viéndose con alguien... se guardó el quién para otra ronda; Elena abrió la caja de los truenos sacando a colación a quién había votado o a quien no iba a votar, tal fue el revuelo que Eloísa, llegado su turno, se sirvió un chupito de whisky y se lo bebió de un trago sin rechistar ni confesar verdad alguna.
Cuando el turno volvió a Carlos este miró la botella de whisky con cierta pereza, con desgana, y por un momento estuvo a punto de elegir verdad, levantó a tiempo la mirada y vió la determinación en los ojos de Eloísa, la conocía lo suficiente para saber que ella más que nadie podía hacerle preguntas inconvenientes y obligarle a contar lo que nunca había querido contar; whisky le pareció más seguro, pidió reto y se sirvió un chupito.
-Te voy a retar a decir la verdad- le dijo Eloísa justo antes de tomarse de un trago el chupito que Carlos se había preparado para pasar su turno; se podía oir la respiración de todos y cada uno de ellos y a él, al del reto, incluso se le habían pasado los efectos nebulosos del whisky.