Dejó que el cálido y evocador aroma del café recién hecho inundara su cocina y la envolviera antes de servirse la primera taza del día, un día que amenazaba tranquilidad; sería un día de paz y sosiego, de una calma que, en realidad, no necesitaba más que un rato.
Estado anímico de excitación, impaciencia, esfuerzo o exaltación.
No lo decía ella, lo decía la RAE en su cuarta acepción para esta palabra: la tensión era un estado de ánimo y, en consecuencia, una emoción; eso desnudaba a la tensión del habitual traje feo con el que la vestimos y la dejaba desnuda frente a su realidad. La tensión no era buena ni mala, pero sí necesaria; en su ausencia la vida se agotaba y en su presencia latía... claro que, como toda emoción, exigía de la intervención de la razón en determinados momentos.
Sabía también muy cierto que el exceso de tensión llevaba al ser humano por caminos sin retorno, nublaba la razón y fundía los plomos del criterio pero además sabía muy bien como su ausencia era el primer paso hacia el fin de los días.
Le había encantado descubrir como la RAE incluía la palabra 'esfuerzo' para definir tensión y completó su lectura del sentido último de aquella palabra reconociéndose que no sabía vivir sin tensar lo justos las líneas de su existencia.
Salió a la calle con la intención de tensar su calma, de acelerar al menos el paso y con él el ritmo de su corazón para liberarse así del manto de la apatía y la desgana... Volvió entonces al esfuerzo, porque quien se siente excitado e impaciente, se esfuerza para luego exaltarse y vivir en esa tensión sana que sólo sientes cuando estás vivo.
Sintió de nuevo el placer de pasear Madrid a pleno sol de invierno y las ideas que dormitaban en su cabeza desde hacía tiempo, al descubrir un hueco de relax en sus pensamientos, comenzaron a hacerse sentir y notar despertando en ella el gusanillo de la tensión.
Actos de contemporización, prudencia o astucia, encaminados a sostener una situación, actitud, opinión, etc., insegura o dificultosa.
Una tensión a la que mantener en su punto justo; y nada mejor para lograrlo que rendir su exaltación al equilibrio definido así, recomendación de la RAE mediante: como un acto de prudencia; porque si la tensión era un estado de ánimo su equilibrio podía llegar a serlo de desánimo si no se acompañaba del sano ejercicio de la moderación.
Regresó a casa con mil planes hechos en su cabeza y pocos espacios para darles forma por lo que ni se acercó siquiera al ordenador, cogió con sus armas más queridas, libreta y bolígrafo, y fue anotando cada una de las cosas que había recordado aun sabiendo que estarían también varias páginas por detrás de la que estaba escribiendo, no importaba, cada palabra que escribía en la libreta se grababa al tiempo en su cabeza.
Cerró sus anotaciones de aquel día con palabras que no quería olvidar; tensión y esfuerzo frente a prudencia y astucia, de todo ello andaba falto el mundo...