Caminar Madrid en domingo y de su mano... temprano en la mañana, cuando la ciudad todavía dormita, cuando las calles bulliciosas otros días y a otras horas, lucen tranquilas y espaciosas, vivas pero relajadas.
Me encanta esta manía tuya - confesó él - la de pasearte las calles y sus escaparates cuando nadie lo hace, cuando nadie mira, cuando nadie ve... - y en feliz compañía - apostilló ella... - bien - sonrió él tomándola de la mano - ¡ilústrame!
Pasearon calles, cruces y tiendas cerradas, con reclamos tras sus rejas que parecían llamarte, incitarte a volver mañana... pero esa no era la idea, aun cuando bien pudiera ocurrir... La idea era ver, imaginar, conjuntar, jugar y disfrutar...
Acordaron que el bolso violeta de la tienda de la esquina era sensualmente irrenunciable, tanto como la sandalia de Hermés en su tacón; se rindieron ambos al encanto de París, a los aromas de Florencia, a Granada, Oporto y el caribe en una copa... al naranja de un reloj, el chocolate de un anillo, y los bikinis... tan de un verano para el que no falta más que un rato... - me gustan! - exclamó ella... - ♫ me gustas tú - confesó él. Prolongaron el paseo porque, ella en Fred y el en Wihelm, se sentían acomodados para un largo camino juntos, en domingo, en el mundo y en la vida...
Pero sentían aquel domingo un día para disfrutar en todos sus minutos, para no regalar ni uno a la nada ni al olvido y encaminaron sus pasos de vuelta a casa, a un hogar tan desnudo todavía... tanto que resonaban como un eco y en un eco sus carcajadas en una cocina tan vacía de todo que resultaba imposible componer ni tan siquiera un menú frugal... desvistieron sus pies de paseo para calzarlos de vestir, ella de Thelma o de Louise de la cabeza a los pies, el de mar duro y viento fuerte, de atlántico y de olas... y salieron a compartir mesa y mantel en Sandó y con Arzak.
Llenaron la tarde de las otras flores del mal, de más calle y más amigos, de brindis de cóctel e ilustres hidalgos... y así, entre risas, cae la noche, muere el día, un día más que es ya un día menos, un día feliz y tranquilo, uno de los que no se olvida ni se recuerda, uno de tantos vividos... de esos que pasan sin pena ni gloria dejando tras de sí un regusto agradable, en su punto justo de sal y de azúcar.
'Si algo me gusta, es vivir. Ver mi cuerpo en la calle, hablar contigo como un camarada, mirar escaparates y, sobre todo, sonreír de lejos a los árboles'.
Y a veces vivir es así como decía Blas de Otero, así de sencillo, así de fácil... así como quisiéramos que fuera siempre... o casi.
Life Looks Good
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