The Sunday Tale

Quién

Quién eres... o quién te hubiera gustado ser... con qué sueñas... ¿qué haces?

¿Quién eres? era el título de la charla que él estaba preparando; ella se acercó para ver cómo y cuánto avanzaba, dispuesta a echarle un cable o una mano porque sabía bien que, en una época revuelta y de supuestos escasos recursos, arrancar lo mejor, lo más generoso y bello de los demás era una tarea especialmente compleja.

-¿Por qué ‘quién eres’?- preguntó recordando una charla anterior que él había titulado ‘quienes son’ y en la que había presentado a quienes recibirían la generosidad que reclamaba hasta la exigencia en el lado rico de la vida.

Porque no importa quienes son ellos, a nadie le importa… ni aunque les pongas cara y nombre, hemos ganado en insensibilidad, en capacidad de aislarnos y alejarnos de lo que nos incomoda, en egoísmo…- lo dijo con un deje de tristeza, rindiendo su intención a la evidencia -la crisis es una buena excusa que echarse al alma y a veces… es incluso una excusa cierta y de peso…- apuntó ella.

Él se recostó en la silla cruzándose de brazos y mirándola inquisitivamente, conocía su sutileza y sabía que aquel comentario escondía un ‘no me convence tu enfoque’; no hizo falta más gesto ni palabra para que ella se percatara de la disposición de él a escucharla.

-Verás- comenzó –ponerles frente a un espejo y mostrarles su feísmo es demasiado arriesgado… se excusarán y te acusarán a ti de descortesía… no avanzarás- él la escuchaba, la entendía y le incomodaba profundamente darse cuenta de cuánta razón tenía, de cómo era tan cierto como siempre, o incluso más que nunca, que debía rendir su pasión para dejar fluir la inteligencia.

-¿Por qué no preguntas ‘quién te hubiera gustado ser’?- sugirió ella –todos hemos soñado con ser grandes y buenos, magnánimos, generosos, triunfadores, tipos de éxito que tienden una mano desde nuestra abundancia y comodidad, hacia el lado oscuro del mundo... que no es África, es el dolor en cualquiera de sus formas y sobre cualquier piel…

Él sonrió… -quieres que los ponga frente a lo mejor de sí mismos y apele a esa bondad- -no- le interrumpió ella –no apeles a nada, sólo ponlos ante lo que siempre quisieron ser y hacer… y demuéstrales que es posible serlo y hacerlo, el resto es ya una cuestión individual de cada uno, su honestidad y su espejo. Y… por ir practicando…- continuó ella con cierta picardía –confiesa… ¿quién te hubiera gustado ser?-.

Él no dudó un segundo al responder… -¿yo? un bon vivant ¡sin duda! un Gatsby de los años 20 o 30, con la elegancia de París en una gorra de medio lado y la botella de Tankeray en la bicicleta de campo y picnic, un James Dean en Nueva York y al volante, claro que un poco más precavido al conducir… un tipo que cierre siempre el día en la playa vacía… recorriéndola a caballo y viendo morir el sol en ella…- Volvió de sus sueños a la vida para lanzarle a ella la cuestión –te toca-.

-Yo…- confesó ella –muy sensual, ya sabes, la caricia del agua frente al atardecer, el mar para navegarlo, la buena mesa para degustarla, los aromas florales, cosméticos suaves, la vida… unas velas… un libro, relax... un cóctel y música!

Ambos rieron entonces a mandíbula batiente -¿dónde deja eso nuestra conciencia social?- preguntó ella sintiendo cierta vergüenza por unos sueños tan de lujo y placer para sí misma… él hizo un gesto señalando las primeras líneas de su charla, las imágenes de Meki que decoraban el salón, la foto de ella con un el grupo de voluntarios de Guatemala…

Lo que te demuestra que no hace falta ser grunge, callejero y manifestante para mover el mundo y cambiarlo… -afirmó ella como respuesta a aquel gesto y aquella vida- puede hacerse también desde la discreción, el acomodo y la comodidad… Y es que la conciencia no se viste ni se calza… se tiene o no, se usa o no…

Y a ti… ¿quién te hubiera gustado ser?