The Sunday Tale

Opuestos

Detestaba las gafas de ver el mundo de color de rosa pero más aún las de verlo en blanco y negro ¿a santo de qué renunciaba el mundo al arcoiris?

Los opuestos se atraen, decía la ciencia y también su abuela aunque la ciencia hablaba de los imanes mientras que su abuela le advertía así acerca de la inconveniencia de buscar un alma gemela en lugar de una dispar; lo cierto es que a ella no le había ido bien con la una ni con la otra y tampoco es que aquello importara demasiado, la vida estaba para vivirla en todas sus circunstancias y a saber si a la vuelta de la esquina encontraba por fin a un tipo que estuviera dispuesto a aguantarla... y ella a aguantarlo a él.

De lo que estaba segura es que el encuentro no sucedería aquella tarde fría de domingo porque las voces que sonaban a su alrededor, las frases que habían llegado a sus oídos tanto paseando el Retiro como en la terraza disfrutando de un café caliente junto a la estufa de invierno y exterior, iban en la misma dirección, la dirección opuesta que ella había tomado hacía ya mucho tiempo.

Y es que su problema no era si estar con los provida o los del aborto libre, tampoco si defender el velo en términos de respeto a la multiculturalidad o atacarlo como herramienta de sometimiento de la mujer; su dilema no era estar a favor o en contra de la ley trans; su problema era ver complejidad donde otros veían sencillez, ver matices y consecuencias donde otros sólo veían A o B, una posición o su opuesto... sus argumentos eran tan simples, tan propios de consigna fácil, que sonaban como clichés vacíos de todo contenido, insustanciales.

La cuestión era que no aceptaba los términos en los que se planteaban los debates y también que no dejaba de maravillarse, a la par que espantarse, del modo en que una gran parte de la sociedad sí lo hacía: ¿Provida o aborto libre? ¡Provida y aborto libre! Provida porque estaba, siempre, a favor de la vida, de toda la vida, de la del feto y de la de la madre (gestante, que dicen ahora...) ¿demagogia? ¡Vive Dios (o no) que no es demagogia! Lo demagógico es pensar en el aborto como en quitarse una muela y en coaccionar a la mujer como el camino para evitarlo.

Lo del velo lo llevaba incluso peor; que considerasen a su vecina Felisa como una mujer sometida al macho ibérico de su marido, digna por tanto de poco respeto y vergüenza para las mujeres modernas, por haber decido reducirse la jornada para criar a sus lindos retoños (que le habían salido lindos los jodíos...) mientras para otra de sus vecinas, Fátima, se exigía el máximo de los respetos porque el velo es parte de su cultura y hay que respetarlo... a pesar de que la hija de Fátima iba los miércoles a entrenar al baloncesto sin comer porque en su casa no se servía la comida hasta que llegaban su padre y su hermano y el segundo los miércoles llegaba a las 3 y ella a las 3 entrenaba... A nadie le parecía mal que la niña los miércoles no comiese o, a lo peor, nadie demostraba lo mal que le parecía para no saltarse ningún mandamiento multicultural, no fuera a ser que le llamasen facha...

Lo del silogismo según el cual oponerse a la ley trans era oponerse a los derechos de los transexuales sin admitir mayor debate como si convertir el sexo (la biología) en género (lo social) a través de un trámite en el registro civil no tuviese consecuencias para la sociedad entera, se le antojaba incomprensible de puro absurdo.

Que era muy complicada, le decían cuando trataba de explicarse, cuando intentaba negar los debates simples en los que sólo se podía elegir una posición y su opuesto, cuando explicaba, tan didácticamente como podía, que en la vida pocas cosas son cuestión de blanco o negro, que hay matices y complejidad, que no cabe pensar en decisiones simples para problemas complejos, que el respeto al principio de precaución es obligado... al parecer en los nuevos tiempos la esencia de la vida estaba en simplificarlo todo aunque por el camino se perdieran la verdad y la realidad... al parecer ella se había quedado en los viejos tiempos, a lo mejor se había hecho vieja de repente y sin darse apenas cuenta o a lo peor los nuevos tiempos eran aquellos en los que las utopías se convierten cuando se hacen realidad, distopía.

No, no estaba aquella tarde para más paseos, no iba a doblar más esquinas por si tras alguna de ellas aparecía el hombre de su vida, se iría a casa y, si acaso el hombre en cuestión tenía bien aparecerse, que llamase al telefonillo... (que ya vería ella si le abría o le daba con la puerta en las narices, que tampoco estaba aquella tarde para matices).