The Sunday Tale

Lugares

Érase una vez la historia de uno y mil lugares secretos que abrazaban siempre a quienes se acercaban a ellos con el ánimo de vivirlos...

Hay lugares a los que hay que ir, otros en los que hay que estar, lugares de los que huir o en los que esconderse, lugares inolvidables a veces, terribles en otras ocasiones, lugares reconfortantes, también inquietantes, algunos de pura belleza, de paz y armonía, otros oscuros y temibles, apasionados, vivos, hipnóticos, atractivos, inaccesibles, espirituosos, comestibles, refrescantes, cálidos, helados... Así iba definiendo los lugares que descubría en los catálogos de viaje que había esparcidos por su salón.

Sonreía mientras pensaba en como cada cual definía los lugares según sus gustos y experiencias y lo que para algunos era el paraíso para ella era un infierno y viceversa; le ocurría siempre, los catálogos de viajes le servían de guía, despertaban en ella ideas y deseos pero jamás encontraba en ellos su destino. Tal vez fuera porque era rara, pensaba, o simplemente porque, como le recriminaba siempre su hermana, le gustaba girar al contrario del mundo sólo por el gusto de hacerlo. La verdad es que le importaban poco los motivos, sabía como era para ella el paraíso y no haría la maleta para visitar un lugar alejado de aquella idea, bastante infierno (e invierno) eran a veces las rutinas de cada día como para permitirles conquistar también sus lugares de vacaciones.

¿Qué buscas? se preguntó mirando hacia los catálogos del sofá... porque lo cierto es que su paraíso era diverso y mutable ¿cómo se dibujaba en el aire al soñar el próximo verano? se acomodó en el sillón abrazando una taza de café caliente entre sus manos y cerró los ojos soñando despierta su próximo lugar de vacaciones.

Buscaba un lugar de luz, uno en el que los rayos del sol la despertaran al amanecer colándose por la ventana entreabierta, un lugar cálido un natural por el que caminar descalza, tranquilo, aislado, casi solitario... quería una mesa bajo la ventana, una libreta y lápices de colores, algunos libros en los que dejar pasar el tiempo abriendo su mente a nuevas historias; quería pasear, caminar por lugares naturales hasta que el aburrimiento, hasta que su ansiedad no encontrara asidero alguno por el que permanecer unida a su ser. Quería ir a un lugar del mundo rico en aromas y en sabores, uno desconocido que escondiera mil historias viejas de esas que nadie recuerda y quiería contarlas.

Pero sabía que eso no sería suficiente, sabía que su ansiedad sólo permanecería ahogada en la armonía y la belleza de un lugar así durante unos días, después resurgiría como un grito desesperado que sólo podría callar en el intenso ruido cosmpolita y urbano de ciudades como la que quería ahora dejar atrás por unos días, semanas incluso, como su Madrid. Tal vez Londres o París, quizá Nueva York...

Dejó la taza de café, ya vacía, sobre la mesa y cogió su tablet para perderse en otros lugares, rincones virtuales a los que podía llegar en cualquier momento y desde cualquier lugar, pequeños paraísos en los que dejarse abrazar por la vida vista a través de otros ojos, lugares en los que descubrir pequeñas y deliciosas historias o grandes opiniones reflexiones, paraísos de lo bello y lo útil hechos a la medida de su amor por las cosas bellas, por las cosas buenas.

Y mientras recorría aquellos otros lugares, los que podía vivir sin levantarse del sillón, sonreía al pensar cuánto había de cierto en aquello que siempre había oído, un viaje comienza a disfrutarse cuando no es más que un proyecto, cuando todavía no hay destino pero sí la certeza de que lo habrá y de que será ese paraíso que te pide el cuerpo cuando llega el tiempo de parar la vida y disfrutar las vacaciones.