The Sunday Tale

Lo bello y lo útil

Sólo para eso, para las cosas bellas y las cosas útiles, había cabida en en su armario, en su casa y en su vida...

Era aquel un domingo de zafarrancho de combate, y lo era porque no estaba dispuesta a permitir ni un día más que fueran las cosas las que mandaran en casa a fuerza de ocupar todos los espacios sin dejar margen ni espacio a nada nuevo. Y eso no podía ser.

No podía ser porque si el entorno en que vivía se quedaba anclado en lo viejo sin hacer espacio a lo nuevo, en poco tiempo ella misma sería parte de un mundo caduco y obsoleto, sería vieja sin importar los años que contara...

Así que allí estaba armada únicamente con un objetivo: lo bello y lo útil se queda, lo demás... ¡hasta siempre!

Descubrió con cierto horror cuántas cosas habían perdido su utilidad y su belleza con el transcurrir del tiempo y seguían ocupando espacio en su apartamento, al tiempo que iba clasificándolo todo para dar a cada objeto su mejor fin, se preguntaba si no estaría ocurriéndole a ella lo mismo... si no estaría llena de sensaciones viejas y gastadas que le impedían experimentar nuevas pasiones...

El día seguía su curso y ella su reoganización de hogar, claro que para cuando empezó a dar a sus objetos más bellos y más útiles el lugar que merecían la satisfacción y cierta paz la invadían suave y persistentemente. Hizo sonar la música y continuó su tarea.

Pinturas viejas, ya gastadas y de colores obsoletos volaban a la basura y los nuevos tonos del verano ocupaban su lugar; en su armario fue donde hubo más expulsados de la casa porque no había lugar para prendas ya inservibles, el espacio sería para los nuevos biquinis, también para algún vestido y, por supuesto, para su nuevo bolso de verano a juego con su capricho de temporada, unos manolos.

Pero no se conformó con sus prendas de vestir y lucir, ni tan siquiera con sus pinturas de guerra, abandonó su rincones más personales y se coló en el salón con el loable fin de ordenarlo todo para que, el fin de sus jornadas de trabajo en casa, no pareciera siempre y por sistema el fin de la guerra de los mundos; cada cosa ocupó su lugar y, como por arte de magia, ella comenzó a sentirse más liviana y más ligera, cabe que incluso más libre.

Sintió entonces la certeza de que uno se hace a los lugares como los lugares se hacen a uno y por eso, a veces, para sonreír hay que empezar por recolocar el armario y, como por arte de magia, la vida se recoloca sola...