The Sunday Tale

La vida es un carnaval

¿Qué hacer con uno mismo en un mundo absurdo que parecía conjurar contra el ser humano? lo tenía claro, ponerse la pamela, reir y vivir...

Sonreía mientras lanzaba el tenedor hacia una tarta con forma de corazón pensada para compartir; claro que no dejaba de ser una receta y ¿por qué no prepararla si sentía en la boca el antojo de saborearla? se había enredado en la cocina entre cobertura de chocolate y azúcar por puro antojo... y porque había decidido que ella lo valía.

El paso del tiempo la había hecho ganar calma y cierto excepticismo y se daba cuenta de que en aquel madurar suyo se había dejado risa en el camino, aquellos días de locura de amor y disfraz había resultado reveladores...

No dejaba de preguntarse por qué éste hacía ésto o aquello, por qué el otro dejaba de hacer justamente eso, lo otro, qué placer podía encontrar nadie en una cosa o en otra... y así día a día, todos los días... hasta que acabó por dar con una respuesta que parecía explicarlo todo: más allá del gusto y el placer de cada cual, resulta con el paso del tiempo inevitable volar hacia el lugar donde te arrastra la pasión. Cierto es que mucha gente no lo hace, pensaba, eso explicaba la existencia de tanta gente gris...

San Valentín se le antojaba empalagoso y absurdo, el Carnaval una locura tendente a la zafiedad y todo junto y a la vez se parecía mucho a un imposible... Era de hecho un imposible que le había hecho darse cuenta de las risas que había perdido y, en su afán por recuperarlas, había decidido quererse y regalarse una tarta en forma de corazón y ponerse un tocado, cosa que en Ascot o en una boda, más si era aristocrática, resultaría de lo más natural pero no un domingo cualquiera en una ciudad como Madrid... claro que como era Carnaval todo era posible.

Mientras saboreaba su tarta de chocolate y fresas y miraba el delicioso tocado que había dejado sobre la mesa del salón, pensó que ni así lograría encontrar nada romántico en el día que decían era el más romántico del año, ni la gracia a esconderse tras un disfraz y actuar como nunca lo harías a cara descubierta... pero no volvería a taparse los ojos y los oídos para no ver ni mirar, para evadirse de una realidad que se configuraba a su alrededor al margen de sí misma e incluso contra su voluntad, lo que haría sería ponerse la pamela y prepararse una tarta, reirse de la vida y navegar en ella en todas sus estaciones sabiendo que, aunque no siempre puede ser verano, el tiempo cálido siempre vuelve y la vida... la vida es un carnaval.