Sonrió ante su taza de café caliente porque, aunque el frío no era todavía intenso, el repiqueteo de la lluvia en su ventana, la oscuridad de un amanecer que no acababa de llegar y su perseverante empeño en ver una película de nieve a altas horas de la madrugada, le habían metido el frío en el cuerpo, un frío emocional que caería rendido al calor del café.
Escribió en el margen de su libreta un apunte más, uno de la RAE. (1) No cierto o no verdadero. (2) Inconstante, no seguro, no fijo. (3) Desconocido, no sabido, ignorado. Eran las acepciones de incierto, la tercera también definía la palabra futuro.
Tal vez fuera eso lo que alargaba sus días acortando sus noches, lo que alteraba su sueño y estremecía sus sueños, lo incierto... claro que eso era tanto como decir la vida; en realidad ni el pasado ni el futuro existían, uno lo conocíamos, el otro no y, entre ellos, estaba el siempre efímero presente, un tiempo de transición entre la no existencia conocida, el pasado, y la desconocida, el futuro ¿qué hacer con una misma en ese luminoso instante que era su presente? no dudaba respecto a esto... lo que haría sería construir el siguiente instante luminoso porque en esa concatenación de momentos presentes que hilaban la vida de principio a fin era lo único que existía, lo único que tenía.
Sonrió de nuevo, esta vez ante su taza de café vacía, y pensó en lo incierto una vez más, en el futuro y en el modo en que tendemos a dibujarlo como quien teje un traje a la medida de sí mismo convirtiendo así lo incierto en lo no cierto, la incertidumbre en mentira, haciéndonos trampa en el juego de la vida y tratando de culpar a la banca cuando la realidad se imponía.
Se preparó un baño y abandonó sus pensamientos dando a sus sentidos la potestad de guiar sus sensaciones; el aroma de las sales, la calidez del agua, la textura de la espuma, el sonido del silencio... ¿Y qué importaba nada? pensó, ¿qué importaba lo incierto? no importaba nada, se dijo, nada más que un instante, ese en el que sentía el aroma de las sales, la calidez del agua, la textura de la espuma... porque aquello era cierto, era verdad y era presente, era el primer instante bello del resto de su vida, era lo que un minuto antes era incierto, era el futuro hecho presente, era... ya no era más que pasado.