-Tú, que te has convertido al fin en una mujer sensata- ella escuchaba a su madre entre la guasa, el susto y el pasmo, sabiendo que aquel 'al fin' no se refería mas que a su regreso de Meki a Madrid -¿no tienes un consejo para tu sobrina? diría que sí-. Ahí estaba su madre, incluyendo en la pregunta la respuesta, sin dar opción a la libertad del contrario, sin dejar camino alguno a la huida... pero ella no tenía entonces 15 años ni participaría jamás de un adoctrinamiento familiar como el que había tenido que sufrir en su piel.
-Sí- respondió con convicción y descaro, él levantó la cabeza del periódico para no volver ya a sus noticias y es que sabía que aquel 'sí' abría la caja de Pandora y arrastraba tras de sí todos los males.
-Quiérelo todo- dijo mirando con profunda pasión a su sobrina ante la sorpresa de su madre y de su hermana -quiérelo todo, pequeña, no te conformes nunca, jamás, de ningún modo y por ningún motivo... pídete el cuento de hadas con príncipe, carroza, zapato, beso y calabaza, pídete el amor imposible y los sueños cumplidos, la vuelta al mundo en globo, los gatos de colores y el libro de los cuentos que nunca nadie escribió, pídete tus sueños y tus 'quieros', pídete la vida entera para degustarla trago a trago... Escúchate, siéntete, quiérete... y quiérelo todo-.
-Querida- dijo su madre conteniendo la ira -dadas las circunstancias, ese no me parece un buen consejo- Él se enconmendó a Dios y al diablo en un momento, anticipando la apertura de los cielos y los mares en cuanto ella abriera la boca para responder a su madre... y se quedó perplejo en lush al verla contener la rabia y responder de modo tan irrebatible como irreprochable.
-Al contrario, madre- argumentó con fingida calma -es el mejor de los consejos, el que abre las puertas a la vida y la mente a lo que ocurra, el que pone las manos a la obra para hacer que ocurra; es el consejo que te lleva a escuchar al mundo y cuestionarte, a errar y a acertar, a decidir y jugar... Y es también el que lleva al puro placer, ocio y disfrute, al capricho de verano colgado de un bolso o un zapato, a los vestidos de color, un vino, los aromas de calor y suave mantequilla para desayunar-.
No fue hasta entonces consciente del silencio de su hermana, de su postura desmañana y su gesto ausente y no sintió entonces en su ausencia su reproche como tantas y tantas veces, adivinó entonces un brillo en su mirada y la profunda emoción del agradecimiento porque en el fondo de su alma también ella quería gritarle a su hija '¡vive!' pero no salía voz de su garganta, contenida entre las listas de 'correcto' e 'incorrecto' religiosamente aprendidas e interiorizadas a lo largo de los años.
Tenían que marcharse... su presencia allí se había vuelto incómoda, ella había agotado su crédito, su tiempo... y lo sabía... Pero en el último momento, a un paso de la calle, no pudo evitar girarse y mirar a su hermana, que los había acompañado a la puerta, -el pasado es una causa de lo que somos... no puede ser nunca una excusa de lo que seremos-.
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