The Sunday Tale

Don't let this moment end

Y entonces, a veces, por un instante ocurre... y ese es el momento que no quieres que jamás termine.

Sentía la vida como una colección de momentos que se sucedían en el tiempo dejando a su paso un halo de su esencia y, en ocasiones, incluso una huella en su alma; sabía que a cada momento lo sucedía otro así como lo había precedido uno anterior porque así era la vida en sus matices, en sus días, en sus cosas...

Pero aquel domingo ella sonreía al escuchar a Gloria Stefan cantando a la infinitud de un momento que sabía efímero pero ¿cómo resistirse? ¿cómo no intentar asir los momentos bellos y quedarnos pegados a ellos por siempre? pero aquel no era más que un deseo imposible, un ansia inútil y un intento valdío porque los momentos son un intangible de la vida, no tienen forma ni textura, tampoco color ni aroma, no saben a nada, no suenan... y en cambio se sienten, siempre.

Tarareaba a Gloria porque el ritmo de aquel tema le gustaba y porque aquel domingo también ella quería hacer eterno el momento, era un día tranquilo y cálido, era el inicio y principio de la estación de su alma y de su vida, su verano... ese era el momento que acababa de iniciar y el que quería hacer eterno por siempre jamás... pero sabía que no era posible, que llegaría septiembre con sus días raros, octubre con los suyos más frescos y noviembre ya con el frío instalándose para quedarse un tiempo largo.

Claro que hasta llegar a eso primero estaba su momento, el del verano y la vida, el de la luz, la calidez del sol, el agua, el mar y la sal... primero estaba la vida en sus momentos de luz y luego ya llegaría el otoño con sus cosas y ya entonces habría tiempo de ocuparse de él.

La canción tocaba a su fin y corrió a darle vida de nuevo para seguir tarareando y bailando a su ritmo mientras comenzaba a sentir la sucesión de momentos más bella del año, la que comenzaba con la llegada del verano... y quería sentirla entera sin perderse ni un matiz porque, del mismo modo que sabía de la imposibilidad de agarrarse a un momento y hacerlo propio por siempre jamás, sabían también que era precisamente eso, sentirlos, lo que hacía eternos los momentos por la honda huella que podían llegar a dejar.

Y decidió cerrar los ojos y dejar que los momentos buenos le llegaran al alma, sentirlos todos y guardar para sí las sensaciones que dejaban a su paso porque de este modo tendría una sensación en la que refugiarse en el tiempo de tormenta.