The Sunday Tale

Cubata

Érase una vez la historia de un recuerdo: un cubata de ron cubano y de un mojito en la Bodeguita del Medio, en el corazón de La Habana Vieja.

Hacía unos 20 años que había estado en La Habana, un tiempo en el que todavía acostumbraba a revelar las fotografías a la vuelta de sus viajes, por eso rebuscó en su despacho hasta que dio con el pequeño álbum que ponía 'La Habana 2004'; a la vista de aquellas evocadoras imágenes recordó vívidamente las sensaciones que le produjo aquel viaje.

Recordaba muy bien la llegada al aeropuerto y las sensaciones extrañas al separarse de su pareja para entrar de uno en uno al país, pasando primero por un pequeño cubículo en el que un militar les hacía unas preguntas antes de permitirles entrar legal y oficialmente en Cuba, -nos vemos al otro lado- se dijeron no sorprendidos, sabían que la llegada sería así, pero incómodos.

También recordaba el traslado al hotel, a uno de los hoteles históricos de La Habana; un paisaje paupérrimo salpicado de casas deconstruidas, de gente a medio desvestir, de niños que miraban con curiosidad al autobús... -¿Esperabas tanta miseria?- preguntó él -no- respondió ella sin añadir nada más.

Pero lo que más recordaba eran los paseos por La Habana, los escaparates de las tiendas medio vacíos, los niños que pedía bolígrafos y gorras, los cubanos que se ofrecían a enseñarles La Habana más allá de los circuitos turísticos, el militar que la paró en plena calle para darle una charla acerca de la importancia que tenía el modo en el que llevaba el bolso... en realidad le dio más miedo el modo en el que aquel militar hablaba de los cubanos como ladrones en potencia que de los propios cubanos, entre otras cosas porque en el bolso no llevaba nada, solo unos clínex y algunos folletos turísticos.

También recordaba la visita a la fábrica de ron, el cubata de él y su mojito en la Bodeguita del Medio, la fábrica de puros, el malecón... y aquella mujer, una guía turística cubana, de las oficiales, de las que trabajaban con permiso del gobierno, que les había contado cómo era la vida de las mujeres en Cuba, cómo era de difícil para ellas tener una casa, mantener una familia... Y mientras la escuchaban con atención pasaba un camello por la calle, un camello, sí, así se llamaban los autobuses que no eran tal cosa sino camiones, o algo así, que servían como transporte público a los cubanos. La mujer me miró y negó con la cabeza -ahí no- dijo sin apenas mirar al camello abarrotado de gente que circulaba frente al capitolio.

Con todo La Habana le había parecido una ciudad preciosa a pesar de su terrible decadencia, una ciudad histórica en la que convivía la catedral de tiempos españoles con el capitolio de los tiempos americanos, una ciudad preciosa que era también una cárcel para tanta gente que no disponía de pasaporte, que no podía buscarse la vida del mejor modo que fuera capaz sino que malvivía encorsetada en las normas de un régimen que a veces, solo a veces, les dejaba respirar.

Y recordó la plaza en la que el dictador, ya muerto y enterrado pero no olvidado, daba sus interminables discursos, aquel día había poca gente pero la imaginó llena como cuando el tirano hablaba y en un flashback extraño recordó a Reverte preguntándose qué hubiera pasado en la discoteca Bataclán de París si la gente en lugar de huir de los terroristas hubiera ido a por ellos... Qué pasaría si aquel pueblo, 20 años después de aquella visita que recordaba tan bien, ahora que, en sus palabras, habían pasado tanta hambre que se habían comido hasta el miedo, plantaba cara a los herederos del tirano.

Podía ser un desastre, podía ser una guerra civil, podía ser una masacre, podía ser inevitable... o no. Lo que no podía negar es que le producía una nostalgia inmensa ver a aquel famoso youtuber hablar de libertad, de respeto y recordar la transición española, ponerla como ejemplo de lo que Cuba podría hacer hoy, transitar de la ley a la ley y hacerlo en paz, dejando a un lado las venganzas y los odios, poniendo por delante de un pasado terrible un futuro libre y digno para todos... No corrían buenos tiempos para la transición ni para el dignísimo régimen del 78 pero eso aquel cubano tal vez no lo sabía.