Siempre había pensado que la vida tenía su propia paleta de color, una que a veces combinaba de modo casi perfecto con el color de las emociones propias y que en otras ocasiones contrastaba con ellas porque la vida también en eso era testaruda y así como el otoño era ocre, el invierno blanco y la primavera verde y floral, el verano se vestía siempre en azul cielo y azul mar.
Había pasado ya la midad del mes de mayo y la calidez del sol y su luz no hacían más que presagiar el largo y cálido verano que se avecinaba, por eso a ella, aquel domingo de mayo, la vida le parecía ya un mundo de azules y juegos.
El tiempo era azul en su muñeca y en sus planes de vacaciones, lo era en la cena de una noche y en el atardecer más cálido; todo se volvía a sus ojos tan azul mientras caminaba hacia el verano que ella misma se rendía al magnetismo de aquel color y sumaba más azul al azul; y es que el azul era una joya y un tejido, era el tiempo que vivía, el color del verano y el abrazo de mayo al rendir su floralidad a los ocres veraniegos, a los atardeceres más tórridos y a las noches más hot and spicy...
Estaba sola y no esperaba a nadie aquel domingo pero ésto no fue motivo suficiente para frenar su deseo de disfrutar un cóctel, lo preparó con tanto mimo, detalle y azul como lo hubiera hecho de haber sido para compartir; se acomodó en la terraza para disfrutar el trago dulce e intenso que anunciaba verano... y sonrió.
Sonrió porque el azul era un color con luz y calidez propias y, aun cuando variaba de intensidad según las emociones fuesen o viniesen, era siempre símbolo de vida y sol y era el color de un verano que presagiaba bello e intenso, cargado de proyectos pintados de azul...
Y es que el color marca la intensidad de un momento y la emocionalidad de la vida y, llegado el tiempo cálido, el color era azul cielo y azul mar con luminosos destellos naranjas que, al caer la tarde, dominaban el espectro de la vida, aplacaban la luminosidad del día y encendían las pasiones de la noche...
Pensó entonces que quizá la vida fuese más sencilla de como solía sentirla, que era sólo cuestión de entender la clave de colores y tener siempre a punto de trazo o pincelada los más bellos... el azul para empezar.
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