Dolores Haze nació maldita. Arrojada a una papelera por su propio padre literario y a punto de convertirse en un montón de cenizas, fue Vera, la eterna, la siempre fiel compañera de Vladimir Nabokov, quien la rescató de las llamas y la destrucción, intuyendo que esa niña abandonada estaba llamada a convertirse en uno de los mitos del siglo XX.
Maldita después, literariamente hablando. Perseguida por el escándalo, el pecado y el deseo malsano. Rechazada una y otra vez. Hasta cuatro editoriales se negaron a publicar la obra hasta que en 1955, la parisina The Olympia Press, especializada en literatura erótica, aceptó publicar la polémica novela. Erotismo, sí. El sexo no se ve, pero existe. Como existe la insalubre pasión de un hombre maduro por una cría de doce años. Pero el éxito —como una maldición añadida— no eximió a Lolita de la infamia y, acusada de pornografía, perversión, indecencia y otras lindezas, fue prohibida en medio mundo.
Maldita, de nuevo, y estigmatizada por el cine —tuvo el escritor ruso sus más y sus menos con Stanley Kubrik, cuando éste añadió, suprimió, modificó cuanto le vino gana el guion que el propio Nabokov escribió para la adaptación de su obra a la gran pantalla—. Un mito cuya imagen infantil acabó distorsionada de forma grotesca por la publicidad, los carteles, las portadas de las ediciones posteriores de la obra siempre influenciadas por el boom cinematográfico —su edad (tenía doce años, no quince ni veinte), su aspecto físico exagerado, exuberante—, convirtiéndola en una especie de seductora perversa, peligrosamente “inocente”. Como si ella, en vez del bucle enfermizo en el que vivía sumido, fuese la única causa de la destrucción del respetable profesor Humbert Humbert.
Hecho que al escritor le sacaba de quicio. Y es que según Nabokov, Lolita es una niña normal —así lo explicaba en la única entrevista que concedió a Bernard Pivot en 1975 para el programa de la televisión francesa Apostrophes—, una pobre criatura que otros corrompen. Es Humbert el inmundo, un individuo marcado por la obsesión, un triste sátiro sin cuya mirada demente Lolita jamás habría existido. Porque Lolita, la nínfula, no es más que Dolly, la trivial colegiala americana que la imaginación y las fantasías del gran público se encargaron de pervertir casi tanto como las caricias del siniestro Humbert. Porque la Lolita que concibió Nabokov es mucho más Lo —sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con los pies descalzos— que la pequeña depravada, “luz”, ”fuego”, “pecado” y “alma”, de su padrastro.
¿Qué estoy rompiendo una lanza a favor de Lolita? Ya lo hizo antes su creador.
No obstante, las nínfulas de Nabokov (Ada, Zina...) siempre han perturbado al mundo y Lolita, a los sesenta años de su primera edición (París, 15 de septiembre de 1955), sigue siendo un libro de alto voltaje. Una obra maestra, polémica, de gran belleza literaria y, como asegura Mario Vargas Llosa, una de las más sutiles y complejas creaciones de nuestro tiempo.
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Títilo: Lolita
Autor: Vladimir Nabokov
Traducción: Francesc Roca
ISBN: 978-84-339-6827-2
PVP con IVA: 11.90 €
Núm. Páginas: 392
Colección: Compactos de Anagrama