Hubo un tiempo en el que “vivir” no significaba correr. Los días transcurrían pausados, sin prisas ni agobios, se consumían dulcemente al calor del fuego en el hogar. Allá por los primeros años del siglo XX, en un pueblo costero de Gales la Navidad llegaba siempre dulce y silenciosa. “Por aquellos años, las Navidades se parecían tanto unas a otras en aquel remoto pueblo pesquero, Navidades carentes de todo sonido excepto del murmullo de voces distantes que sigo oyendo algunas veces antes de dormir…”
Así, con un lenguaje rico, sonoro y cargado de lirismo, Dylan Thomas nos va narrando sus recuerdos, los recuerdos de la Navidad para un niño en Gales. Momentos entrañables, anécdotas infantiles, gatos escurridizos, carteros ateridos, lámparas de gas, aventuras y nieve, mucha nieve…“Estaba nevando. Siempre nevaba en Navidad. Diciembre, en mis recuerdos, era blanco como Laponia aunque sin renos”. Todo sucede la tarde de Nochebuena en el jardín de la Sra. Prothero. Jim y su amigo, con las manos envueltas en calcetines y cargados de bolas de nieve, esperan a los gatos. Sí, claro piensan bombardear a los felinos con su arsenal de bolas, pero sus planes se van al traste cuando escuchan el grito de ¡fuego!
El autor, Dylan Thomas, mucho más que un poeta, es toda una leyenda, el “último maldito”, bohemio, romántico, aficionado a los excesos y al alcohol. Nacido en Gales en 1914 vivió enamorado de las palabras y nos legó su sonido en una obra genial, evocadora y llena de sensibilidad. Murió prematuramente en Nueva York, el 9 de noviembre de 1953; sus últimas palabras fueron: “He bebido 18 vasos de whisky, creo que es todo un récord.”
El libro, una pequeña joya de 80 páginas, bellamente ilustrado por Pep Montserrat y publicado por Nórdica, es apto para niños y adultos. Además, al tratarse de una edición bilingüe, permite disfrutar de la riqueza poética de Dylan Thomas en versión original.
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