Hacía tiempo que entre mis “pendientes” –no de leer, sino de contaros– se encontraba un libro muy especial. Especial por su prosa serena y profunda –no en vano el autor fue Premio Nobel de Literatura en 1961– y la fuerza descriptiva de cada escena, de cada acontecimiento; especial por el trasfondo histórico del argumento; especial su singular protagonista, un puente construido en la ciudad de Visegrad durante el siglo XVI “por orden del gran visir Mehmed-Pachá”, destinado a unir dos mundos –el cristiano y el musulmán–, dos territorios –Serbia y Bosnia– separados por el río Drina. Especial, en fin, porque sin pretensiones filosóficas ni pensamientos abstractos, se trata de una impresionante novela que lleva a reflexionar y profundizar sobre cómo el absurdo de la intolerancia conduce a situaciones irreversibles y cómo, a pesar de ello, los humanos repetimos una y otra vez el modelo que siempre nos conduce al mismo callejón. Con salida, sí, ¡pero a qué precio!
Los años previos a la construcción del bellísimo puente –protagonista, testigo y víctima de los hechos que se suceden a lo largo de cuatro siglos– marcan el inicio de una novela que termina con la Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 y que nos va desvelando cómo los conflictos étnicos, religiosos y nacionalistas con sus correspondientes deseos de venganza y rencillas enquistadas sólo conducen a enfrentamientos de terribles consecuencias.
El autor de origen bosnio, Ivo Andric, aunque estudió y residió en varias ciudades europeas, centra su obra en los acontecimientos históricos de Los Balcanes, en las tensiones y enfrentamientos que alimentados generación tras generación explican las raíces de un odio y una violencia cuya última manifestación – la guerra de Kosovo en 1998– fue una de las más crueles de la historia. Fallecido en 1975, Andric no fue testigo de este último conflicto, sí de muchos otros anteriores. Pero no penséis que Un puente sobre el Drina es una novela violenta, al contrario. Con su lenguaje pausado y elegante, Ivo Andric nos narra el día de los habitantes de la pequeña ciudad de Visegrad, de sus sueños y preocupaciones, sus alegrías y tristezas, los momentos de paz y los belicosos, leyendas, costumbres, cuentos, paseos, reflexiones… En fin, cuatrocientos años de vida cuyo protagonista, el puente eternamente joven, perfecto e inmutable, ha sido y es el único testigo de todos los sucesos que acontecieron a su alrededor.
“[…] Y el puente continuaba irguiéndose, como siempre, con su eterna juventud, la juventud de una concepción perfecta y de las grandes y estimables obras del hombre, que ignoran lo que sea envejecer y cambiar y que no comparten –al menos, ésa es la impresión que dan- el destino de las cosas efímeras de este bajo mundo”.
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Título: Un puente sobre el Drina
Autor: Ivo Andric