Que no es que a D. Arturo le haya por escribir el nuevo Quijote del s. XXI ni, muchísimo menos, por enmendarle la plana a Cervantes. Aunque sí ha sido el artífice de una edición muy especial de la célebre novela cervantina con el fin facilitar su comprensión a lectores principiantes. Como él mismo afirma, no podría reescribir a Cervantes; pero sí participar en la adaptación de Don Quijote de La Mancha recién publicada por la RAE y la editorial Santillana, basada en la versión académica de Ibarra, de 1780.
Algunos profesores, dice Arturo Pérez-Reverte, se lamentan de que El Quijote sea una obra demasiado compleja para los alumnos; hay en ella disgresiones, cuentos intercalados y personajes accesorios que rompen la lectura lineal de la trama de la obra, que perturban la atención del lector joven y lo despistan del hilo principal de la historia.
Y esa ha sido la idea de la Real Academia Española, la de crear una edición de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, adaptada para el uso escolar sin perder un ápice de la esencia cervantina.
El asunto de este nuevo Quijote escolar radica en romper con los tabúes y esas doctrinas tan obsoletas como antipedagógicas que han conseguido convertir El Quijote en una especie de tortura académica. Injusta, sí. Pero a ver quién era el valiente que tras dictados interminables de pasajes de la novela, trabajos escolares “obligatorios” y demás condenas quijotescas no acabó hasta el gorro del Toboso, los molinos, los libros de caballerías, la campechanía de Sancho, las “locuras” de Alonso Quijano y hasta del mismísimo Cervantes. Y también de dotar al profesor de una herramienta lúdica capaz de proyectar en los alumnos el verdadero calibre de la obra.
El Quijote está lleno de cosas buenas, explica Pérez-Reverte.
Por eso la Academia —la RAE— ha querido construir un “nuevo Quijote” que, respetando al máximo la obra original, permitiera a profesores y alumnos jugar en otro terreno mucho más permeable para el lector iniciado. Y, ¿cómo se ha hecho? Eliminando lo accesorio, todo aquello que distorsiona la atención, centrando así la lectura en el meollo de la trama, en la auténtica aventura manchega de D. Quijote y Sancho de forma continuada y sin interrupciones.
Consciente de la envergadura del encargo académico, Pérez-Reverte acaba con las notas al pie de página (elementos distorsionadores de la atención) y evita cortes abruptos, poniendo especial cuidado en utilizar las palabras justas, incluso empleando el lenguaje propio de los textos cervantinos, de forma que la reescritura resulte mínima garantizando la fluidez del ritmo narrativo original.
De esta manera se logra dotar al Quijote de una nueva perspectiva amena, fértil, accesible incluso a los lectores noveles, poco experimentados y despojada de imagen de “ladrillo infumable” que ha supuesto para muchos alumnos de infinidad de generaciones. Una losa, sin duda, inmerecida que esta magnífica adaptación trata de levantar, ofreciendo un primer acercamiento a la obra cervantina libre de prejuicios anticuados y poniendo de manifiesto su verdadera dimensión: divertida, irónica, ingeniosa, aguda, inteligente y profunda a la vez. Porque, como nos cuenta el académico y (re)autor de la obra escolar, El Quijote está lleno de cosas buenas.