¿Guerra y arte? A simple vista los términos no concuerdan. Es más, me atrevería a asegurar que son incompatibles, que las connotaciones de ‘arte’ y ‘guerra’ resultan antagónicas. Y es verdad. Sin embargo, y aunque he estado a punto de cambiar el título, finalmente he preferido respetar la voluntad de Sun Tzú. ¿Cómo iba yo a contradecir la sabiduría y las enseñanzas que este milenario filósofo y experto militar chino nos lega a través de su pequeño gran tratado sobre la estrategia de la vida?- y ahora sí cambio la palabra ‘guerra’ por la palabra ‘vida’-, ¿cómo vida? ¿No hablábamos de guerra?
Pues no exactamente. Es cierto que hace dos mil quinientos años, cuando el general Sun Tzú –aunque algunos eruditos hayan expresado sus dudas a cerca de su existencia y autoría, pero esa es otra historia- escribió El arte de la guerra el mundo se encontraba inmerso en constantes luchas territoriales y las estrategias y prácticas militares estaban a la orden del día- quizá tampoco hemos cambiado tanto, pero esa también es otra historia-, sin embargo la obra de Sun Tzú no es solo un libro sobre tácticas de guerra. Al contrario, es un tratado sobre la vida, sobre la naturaleza humana, una gran obra que nos ayuda a comprender las raíces de un conflicto, nos aconseja cómo actuar en momentos de confrontación, nos enseña a distinguir entre “el hombre prudente y el ignorante”; porque cuando la vida se empeña en ponernos a prueba, conocer al ‘enemigo’ y someterlo sin violencia, es nuestra mejor victoria.
Trece capítulos le bastan a Sun Tzú para analizar con profundidad la estrategia que conduce a la victoria, cinco los factores fundamentales que es preciso conocer –doctrina, tiempo, terreno, mando y disciplina- y varios los principios que hay que mantener en todo momento: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje (que no temeridad), justicia, uso de la fuerza (“si no puedes ser fuerte pero tampoco sabes ser débil serás derrotado”) mesura, método, efectividad. Hacerte invencible significa conocerte a ti mismo y también al adversario pues la “la invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el contario”, “la invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad una cuestión de ataque”.
En fin, una obra clásica que casi tres milenios después no ha perdido un ápice de actualidad, ninguna de sus máximas ha quedado anticuada ni guarda un consejo que no sea útil para enfrentarnos al más difícil reto de cada día: el arte de la vida.
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