Pues os cuento que hace poco tuve la oportunidad de saber de un niño de unos diez años al que le estaba ocurriendo algo. Nada grave, si nos fijamos en las cosas que ocurren a los niños habitualmente; cosas muy parecidas a las que nos ocurrieron a muchos de nosotros cuando teníamos esa edad. El caso es que el pobre se metió en un pequeño lío por ese afán de querer destacar ante otros, los cuales seguramente no son ni siquiera dignos de que hagamos el más mínimo esfuerzo por lograr su atención. Pero claro, con diez años, la cabeza es como es.
El pobre, por querer destacar ante uno de esos chavales que ya están pasados de vueltas a edades en las que se juega a las canicas, se había visto envuelto en un chantaje del que difícilmente podía salir. Cosas de niños. Sí, mas el problema que cada niño tiene es el más grande que conoce y siempre encontrará un respiro si aparece alguien que pueda ayudarle, que le explique qué es eso del estigma de Caín; cómo existen personas que parece que llevan algo grabado en la mirada, algo que utilizan para amedrentar, para someter al débil. Entonces aparece alguien que pueda ayudarle y le explique la diferencia entre el cobarde y el valiente.
A partir de ahí, asistimos desde un asiento en tribuna a la evolución de la mente de un niño, hacia un desarrollo síquico que le lleva a plantearse cuestiones que, en teoría, son privativas del mundo adulto. No nos equivoquemos, los niños de cierta edad piensan y en ocasiones lo hacen con mayor criterio que muchos adultos. Y se preocupan por su carácter, por sus defectos y virtudes. No nos equivoquemos y pensemos que cada niño necesita un Max Demian a su lado, pues hay cuestiones que por si mismo aún no puede resolver. Necesita del empuje de otro para poder seguir adelante, salvando obstáculos por un lado y descubriendo lagos y océanos, por el otro. Max Demian será una tabla de salvación, esté a su lado físicamente o, simplemente, en su imaginación.
Perdonadme la generalización, pero desde pequeños tendemos a catalogar ciertos libros como algo que está fuera del alcance de nuestro propio entendimiento. Son libros con un estigma como el de Caín, pero en versión libro. Tendemos durante nuestra vida a hacer juicio de algunas cosas basándonos simplemente en lo que hemos oído o en lo que se dice por ahí, sin pararnos a experimentar por nosotros mismos si aquello que se cuenta es real o, al menos, nos vale. Digo esto porque Demian, de Hermann Hesse, cayó en mis manos cuando tenía 15 años y, a sabiendas de su fama de “libro raro”, que leía “gente rara”, me lancé a la aventura de leerlo. Quizás sus escasas 100 páginas me ayudaran a tomar esta decisión y os aseguro que jamás me arrepentí de haberlo leído de un tirón. Tanto es así, que lo he releído otras dos veces más y siempre he descubierto nuevos caminos en el interior de sus textos. Así que, sólo puedo deciros que – si no lo habéis hecho ya – poned cuanto antes un Max Demian en vuestra vida. Habrá ocasiones de sobra en las que lo agradeceréis.
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Título: Demian
Autor: Hermann Hesse
Páginas: 192
Publicación: Enero de 2011
Precio: 9,50 €
ISBN: 978-84-206-7436-0
Formato: Papel
Temática: FICCIÓN CLÁSICA -- FC