No solamente suponen la movilización de abundantes recursos productivos en la economía naval, hay más beneficios que afectan a otros sectores y actividades, a veces inesperados. Los yates de lujo y los megayates se han convertido en uno de los productos estrellas de la economía del lujo.
Un mega yate es un yate de lujo con capacidad para albergar a unas cien personas, con piscina, discoteca, gimnasio, balneario y todo tipo de distracciones. No siempre es propiedad de una persona o una familia, a menudo son una propiedad corporativa que la empresa utiliza para halagar a los clientes o para el disfrute de los socios principales. Un yate de lujo es una embarcación que no tiene por qué ser tan grande. Normalmente tiene 60-65 pies de eslora (o más) y, sobre todo, se caracteriza porque los servicios, las instalaciones y muebles son los mismos que decorarían las mejores mansiones en tierra. Por supuesto, cuenta con gimnasio, con servicios de masaje y todo lo que implica el concepto de lujo, tan sofisticado como el dueño requiera.
Hay unos cinco mil superyates en el mundo, de los que algo más de cien son megayates. El mantenimiento anual de estos vehículos al año es aproximadamente un 10% de su coste, es decir, entre 30 y 50 millones de euros. Y eso implica, además del cuidado del barco, o la reposición de productos de náutica, servicios que son suministrados por un enjambre de empresas. El propietario solamente tiene que contratar un bróker que le consiga el amarre de lujo con todo lo necesario para que tanto los ocupantes como la tripulación vivan en el puerto. Estamos hablando de mecánicos, masajistas, peluqueros, personal de limpieza, chefs, camareros, reposteros, y en el caso de los megayates, animadores, que pueden vivir dentro del superyate. Las necesidades que un puerto de lujo debe cubrir son todas las que broten de la imaginación de tan nutrido grupo de profesionales. Desde agua potable hasta flores, productos cosméticos de alta gama, ropa y accesorios, menaje de lujo, alimentos y bebidas, productos farmacéuticos, atención médica. Y, por supuesto, combustible, servicios de seguridad, transporte al interior de la región, a ser posible en heli-taxi desde el mismo barco, excursiones por mar, etc. En total, casi el 60% de los puestos de trabajo que genera la náutica de recreo se produce en otros sectores, y los yates de lujo y los megayates se llevan la palma: en total, unas ciento cincuenta mil personas en todo el mundo.
La tendencia a construir embarcaciones de recreo cada vez más grandes explica que la importancia de los amarres de lujo sea cada vez mayor. En España tenemos las Islas Baleares, con Ibiza Magna como mascarón de proa, Marina Port Vell en Barcelona y el Puerto José Banús en Marbella. El lujo, tan denostado, podría movilizar recursos en zonas como Galicia, región marinera donde las haya y que está de camino desde el Reino Unido hacia las Islas Canarias, por ejemplo. O en Cádiz, una de las zonas más bellas de España, que por desgracia cuenta con la mayor tasa de desempleo del país. La industria del lujo, le pese a quien le pese, es una actividad generadora de empleo y activadora de la economía.