Cuando se leen las notocias relacionadas con el sector del lujo cada día, se percibe cierta expectación hacia los países emergentes, es decir, aquellos países que antes se llamaban "en desarrollo" y cuyo nivel económico está entre nuestro cómo "Primer Mundo" y los países pobres.
Sin duda, una de las causas es que estamos en crisis, el consumo se ha restringido y, a pesar del "Efecto Veblen", las grandes compañías del sector del lujo se resienten de una u otra forma. Así, la aparición de mercados nuevos siempre es bienvenida.
Pero hay una razón añadida que se explica en todas las facultades de economía: el efecto riqueza. De acuerdo con este fenómeno, una mayor percepción de riqueza genera un mayor gasto de consumo. Es decir, si los consumidores perciben (subjetivamente) que la cosa va mejor, que disponemos de más ingresos, que nuestro país es más rico (o que ha dejado de empobrecerse), van a estar dispuestos a gastar más, incluso si se trata de una percepción errónea.
Por eso, la mejoría relativa de los países que se esfuerzan en alcanzar los niveles de los países más desarrollados, promueve esa sensación de ser más ricos y, por tanto, de gastar más. En las esferas más pudientes de la población, constituye un acicate que se mezcla con el afán inspiracional del lujo. El ejemplo perfecto es China. Los resultados económicos son tan buenos comparados con los europeos que los consumidores del país del Lejano Oriente se han convertido en el público objetivo de muchas estrategias de marketing de las empresas del sector del lujo. El hecho de que además sean una población muy numerosa acrecienta esta dedicación por parte de las empresas europeas tradicionales de esta industria.