Aunque normalmente los diamantes son transparentes, una impureza química en origen puede dar lugar a piedras coloreadas, tan extraordinarias o más que los diamantes tradicionales. Los coleccionistas en joyería cada vez más valoran estas piezas que se cotizan más o menos en función del color y de la pureza. Es lo que se llama "inversión en pasión".
Esa es la razón que ha llevado a Andrew Shirley, editor del Informe Knight Frank sobre Riqueza, a incorporar los diamantes de color en el Índice de Inversión en Lujo (KFLII).
¿Cómo se comportan los diamantes coloreados en comparación con las otras clases de activos de los que se hace un seguimiento en el Informe? Desde enero de 2005 el índice de precios del diamante de color se ha incrementado en un 167% en valor, que curiosamente es casi exactamente el mismo aumento que el del índice de inversión en joyería más amplio que utiliza el informe de Knight Frank. El consultor experto en joyería de la casa Christie's, Raymond Sancroft-Baker, que compila el índice para Knight Frank, en nombre de Art Market Research, dice que la demanda de piedras preciosas de color de alta calidad es muy fuerte y explica:
"Hemos visto pagar un millón de dólares por quilate por un rubí birmano recientemente, y 200.000 libras por quilate por un zafiro de Cachemira". Unos precios que justifican con creces su inclusión en el KFLII.
"El mercado de las perlas es también muy boyante. Hay una gran cantidad de demanda de los países del Golfo, que están volviendo a comprar su patrimonio. Recientemente he valorado un par de pendientes de perlas naturales en un millón de libras", añade Sancroft-Baker.
La impureza, en el mundo del lujo donde la exclusividad marca la frontera, lejos de disminuir el valor de algunos bienes, puede ser, como en este caso, la razón para convertirse en un objeto de culto.