En 2012 el conglomerado industrial chino Weichai Group entró en el sector de la náutica de lujo comprando a Ferretti, el mayor fabricante mundial de yates de fibra de vidrio que tenia problemas de liquidez. Weichai tenia el objetivo puesto en la expansión de las ventas en China, pero Asia ha demostrado ser un hueso duro de roer y las ventas de los astilleros italianos continúan cayendo.
El Grupo Ferretti, propietario de las elegantes lanchas rápidas Riva y sepultado en deudas, vió una oportunidad para la supervivencia cuando el Grupo Weichai ofreció promocionar la marca de lujo entre el creciente número de multimillonarios chinos.
A fecha de hoy, tres años después de la adquisición de los astilleros italianos, los multimillonarios chinos y asiáticos todavía no se han adaptado plenamente al atractivo de los yates y Ferretti continúa registrando perdidas. Según la revista especializada de la industria Boat International, ha caído al tercer puesto de los mayores fabricantes mundiales de yates.
Analistas del sector señalan que el problema radica en que el mercado de yates en China no es tan grande como se pensaba inicialmente, y que tampoco está creciendo a la velocidad a la que creía iba a crecer.
Fabiomassimo Discoli gerente de ventas en Hong Kong de Ferretti señala que la compañía se dio cuenta demasiado tarde de que tenia que adaptarse a los gustos culturales chinos, ya que estos por ejemplo no duermen a bordo y utilizan los yates únicamente para reuniones de negocios. "Ellos llevan a bordo sus clientes, cantan karaoke y fuman puros", asegura Discoli.
Alberto Galassi Ferretti que fue nombrado por el Weichai Group presidente ejecutivo de Ferretti en mayo del año pasado, para tratar de recuperar el rumbo del grupo italiano, espera que la compañía vuelva a generar beneficios netos en 2017, pero ve la posibilidad de un auge de las ventas de China cada vez más improbable.
Los altos funcionarios y multimillonarios chinos se han vuelto cada vez más cautelosos con respecto a las compras y la ostentación del lujo, debido a la gran campaña gubernamental existente contra la corrupción; “Ser propietario de un yate es visto como algo que atraería la atención nada deseada de las autoridades”, asegura Galassi.