La luz es siempre envolvente, acaricia nuestra piel y la traspasa llegando al fondo de nuestras emociones para incitarlas y excitarlas... Por eso nos encanta jugar con ella, con su intensidad, su tono, su brillo, su ser directo o indirecto... y su fuente, ese punto único en el que nace la luminosidad destinada a emocionarnos...
Y si hablamos de fuentes de luz, no es de extrañar que hablemos de Foscarini y su maravillosa tendencia a rodearse de diseñadores de luces y sombras. Philippe Nigro es en esta ocasión el encargado de iluminarnos a rayas y en colores para dejarnos, exactamente, en esas mismas sensaciones.
Lo primero que llama la atención en 'nuage' es su composición, más incluso que su llamativa versión roja o mostaza; se trata de un aplique rayado y armado de tal modo que al primer golpe de vista pudiera incluso parecer una flor pintada con prisa y cierta desgana; claro que, bien mirado, la flor se desvanece para permitir que el aplique haga honor a su nombre y evoque más a una nube que a una flor.
Este juego, este ser y no ser, es el primer triunfo de este diseño... porque puedes recostarte en el sofá y mirarlo, jugando a verle una u otra forma, como jugábamos de niños buscando formas e imágenes en las nubes.
Nuage nace del gusto de Philippe Nigro por el Optical Art de los 60 y su intención de convertir una fuente de luz en un objeto de arte cuya belleza emane de los ojos que lo miran, y que mantenga tal entidad artística que su aspecto útil, su luminosidad, llegue a ser incluso accesorio en su composión. Y lo consigue.
Nuage se compone en 5 módulos superpuestos aparentemente al azar que lucen colgados en la pared; su frontal rayado, más allá de incidir sobre la luz, convierte un diseño que iba camino de ser una dulce nube de pared, en un objeto gráfico, artístico y moderno.
Como pieza única o en combinación con otras, en la pared o incluso en el techo... nuage es una pieza que sorprende en su utilidad y su belleza.
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