¿A qué huele la Navidad? probablemente hay tantos aromas de Navidad como personas para evocarlos, tantos como vivencias de Nochebuena y de 25 de diciembre; por eso la Navidad huele a nieve, aunque la nieve no huela, huele al calor de la chimenea y a la madera que en ella crepita, huele al pavo asándose en el horno y a la bandeja de turrones de Jijona, huele a ilusión y a emoción, a reencuentros y también a ausencias... y huele a Diptyque, a los aromas de invierno de Diptyque: bosques helados, lágrimas de incienso y naranja ardiente.
La historia de estos tres aromas viene del cielo y sus constelaciones porque fue ahí donde encontró Philipe Baudelocque la inspiración para crear la colección de Navidad y Diptyque, en el unicornio, el fénix y el dragón, tres figuras imaginarias, tres constelaciones que tienen ya cada una de ellas su aroma.
Agujas de abeto, madera de Hinoki y menta son las esencias que exhala la vela verde, la de los bosques helados, la del unicornio, símbolo de armonía, orden y belleza.
El fénix es el renacido, la criatura perfecta que vivía en su nido y se alimentaba exclusivamente de savia de una rara planta aromática y resina de incienso, conocida como las lágrimas de los poetas. Y por eso la vela azul, la del fénix, huele a incienso.
El dragón tenía que ser naranja, porque es ardiente y es fuego, es también el guardián de un jardín en el que fluye el néctar perfumado de los dioses y donde crece el árbol de manzanas doradas.
Los aromas de Diptyque son intensos y envolventes, cálidos, agradables, hipnóticos y deliciosos; son ese toque especial de tu decoración que se siente sin verse y que al desvelarse en una vela negra y decorada por fuera y de color por dentro, enamora.
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