RBTA - Ricardo Bofill Taller de Arquitectura.
Arquitectura

La poesía del espacio de Ricardo Bofill

Hacerle perder sentido al espacio para darle uno nuevo.

Concreto, cerámica, madera y vidrio. Ocho habitaciones y 12 baños; 5.000 metros cuadrados de áreas moldeadas, con sus jardines, terrazas y recovecos. Miles de ellos. Pero este es el resultado. La verdadera historia del Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill, es la historia de cómo un hombre puede domar el espacio. 

Dice que era joven y que quería cambiar el mundo, que esa rebeldía hizo que lo echaran de la facultad de arquitectura y que su espíritu no se franqueó y que encontró belleza donde los demás veían humo y contaminación. Dice que soñó comprar ese espacio tóxico y, que los sueños están hechos a la medida de quien los sueña. Así que se adueñó del espacio, primero adquiriéndolo, luego haciéndolo suyo. Que no es lo mismo, aunque lo parezca.

La vieja cementera hablaba más de la industrialización que de la identidad de una ciudad. Eran los años ´70 y había que cambiar el mundo, en la escala que fuera posible. Por fin la cementera fue trasladada y Bofill puso arte en ella. La estructura que encontró era dantesca. Espacios abandonados, ruinas, escaleras que no iban a ninguna parte, un silencio abrumador en zonas desoladas que habían sido ruido y maquinarias.

El desafío era un sueño. Tirar abajo lo superfluo para dejar aquello que pudiera generar nueva imagen. Esculpir el espacio. Dejar de lado las corrientes artístiscas y las coherecias estéticas para lograr que cada ambiente sea una sucesión de áreas en donde las sombras y luces crean habitabilidad. Hacerle perder sentido al espacio para darle uno nuevo.

Su visión de la arquitectura va más allá de una suma de cotas y paredes, él la entiende como el darle forma a la naturaleza. Y dejar que la naturaleza sea quien termine de esculpir la forma. Un trabajo en conjunto.

Su vida nómada lo hizo entender el mundo desde otros ojos. Le hizo saber desde muy joven que cada uno tiene una visión de la verdad, por lo que no podía imaginar un estudio de arquitectura sin que haya sociólogos, escritores, diseñadores, ingenieros y arquitectos, por supuesto. Pero un equipo curioso apasionado. Necesitaba un espacio, un templo para que cada disciplina se desarrollara y se conjugara con la otra.

De sus viajes aprendió que la luz y el calor se pueden domar cuando vives en el desierto y que la luz del Mediterráneo es un material más de la construcción. Que las ciudades han perdido su sentido social y se han convertido en una secuencia inconexa de construcciones que se olvidan de la estética y de la función. Por eso el resultado de los trabajos de su Taller de Arquitectura, esa especie de catedral del Romanticismo, vuelve a los orígenes reales de las construcciones. Impera la relación función-humano-naturaleza-cultura-ciudad.

La que una vez fue la primera fábrica de cemento de España, hoy se ha convertido en un taller de creatividad. Una suma de concreto, cerámica, madera y vidrio con verdes frondosos que ganan terreno en un aire más limpio que en los ´70.

Habitar el espacio y que cada uno de los ambientes sea un refugio para un sentimiento o estado de ánimo. Porque además de ser el Taller de Arquitectura, también es la casa de Bofill (que de hogar tradicional tiene muy poco). Los espacios están organizados por actividades mentales y psicológicas, no por la lógica normal de una casa.

Cruza corrientes estéticas contradictorias. Tiene una visión romántica y a la vez brutalista que ha dejado rienda suelta a la visión estética. Actitud minimalista, de materiales pobres. Porque el lujo es la manera de vivir los espacios, no el material de las paredes con que los limites.

Dice que el sentimiento estético lo hace vibrar. La inteligencia estética lo motiva. Que lo suyo es proyectar. Que no es una historia del pasado, que su vida es un continuo proyecto hacia el futuro.

Concreto, cerámica, madera y vidrio. Ocho habitaciones y 12 baños; 5.000 metros cuadrados de áreas moldeadas, con sus jardines, terrazas y recovecos. Esculpir el espacio. Dejar de lado las corrientes artístiscas y las coherecias estéticas para lograr que cada ambiente sea una sucesión de áreas en donde las sombras y luces crean habitabilidad. Y poesía estética.

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