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Pandaraid (6): Alnif-Marrakech

Por fin llega la temida etapa maratón. Dos días en los que haremos 700 kms para finalmente llegar a Marrakech.

Por fin llega la temida etapa maratón. Dos días en los que haremos 700 kms para finalmente llegar a Marrakech. Esta noche no habrá campamento y los equipos nos agruparemos para acampar juntos.

Después de hacer acopio de provisiones, cogemos la pista, no sin antes jugar con unos chavales que nos pintan en la suciedad de los cristales y se ríen de nosotros; somos los guiris y se aprovechan. Navegación poco complicada a través del desierto, en un paraje espectacular. Rodamos en grupo, a buen ritmo. Una cosa que nos impresiona es que, cuando de repente parece que estás en medio de la nada, aparece un paisano; no se le ve vehículo ni parece que esté haciendo nada, pero allí está. Es como aquel cómic de Asterix en el que, estando en Egipto, Obelix se queja de la cantidad de gente que hay en aquel desierto...

Un breve enlace por carretera y llegamos al terror de la jornada: el toule ondulé. Sería algo así como circular constantemente sobre una patata rufles de manera transversal. Fue una auténtica escabechina que provocó varios cadáveres entre los Panda. Nosotros, como así nos confirmaron los comisarios, realizamos la táctica correcta: ir a una velocidad constante y algo elevada para ir "flotando" sobre aquel terreno destrozasuspensiones.

Llegamos entonces a una tremenda llanura en la que no hay pista marcada, si no que tenemos que seguir el rumbo de brújula marcado en el roadbook. Es una gozada ir a todo trapo sobre una fina capa de arena, notando como el coche derrapa, con una sonrisa tremenda en la cara. Nos recordaba a aquella era dorada del París-Dakar en la que los Citröen y los Mitsubishi hacían vuelos rasantes en paralelo sobre interminables llanuras del desierto.

Reagrupamiento en el chechkpoint, comida frugal y último tramo de etapa para llegar al lugar de acampada recomendado en el roadbook. Una pista muy pedregosa, que ponía otra vez a prueba las suspensiones de nuestros Panditas, terminaba en un puerto que había que subir (y bajar). Piedras enormes, pendientes muy pronunciadas y barrancos hacían de aquello una trialera en toda regla; es impresionante lo que pueden hacer estos coches.

Y por fin llegamos. Increíble. Estábamos en el enorme cráter de un antiguo volcán. Le llaman el plató porque allí se rueda con asiduidad. Montar las tiendas, hacer una hoguera y, por fin, descansar tras una dura jornada. No pasaremos frío, estamos tapados por una colcha de estrellas bien tupida.

Seis de la mañana, tocan diana. Mientras amanece recogemos y nos ponemos en marcha. Toca llegar a Marrakech.

Breve tramo de pista y carretera hacia la especial de la jornada, que era muy particular. En una enorme explanada, sin referencias, teníamos que encontrar dos balizas con las que hacer una marca en el roadbook. Aquello era divertidisimo: coches en todas las direcciones de una manera totalmente alocada como si fuera una carrera de los autos locos. Lo hicimos muy bien y la completamos en un tiempo bastante ajustado.

Después ya sería todo carretera hasta Marrakech. Pero nada monótono. Cruzamos dos puertos de montaña espectaculares, el palmeral de Draa y multitud de pequeñas poblaciones en las que todos los críos nos saludaban al pasar.

Comimos tranquilamente en un mirador mientras charlábamos con unos ciclistas polacos, hicimos pequeños ajustes al Pandita, le dimos un lavado bien merecido... y se nos hizo de noche.

Así es que nos tocó cruzar el atlas de noche, en un puerto estrecho y revirado en el que la costumbre de los locales de no quitar las largas al cruzarse y circular por el medio no ayudaban en absoluto. Para másinri, al llegar a Marrakech nos encontramos de bruces con su caótico tráfico (muy parecido al de Nápoles). Después de catorce horas de coche y sin ducharnos en dos días nos dejó extenuados.

Pero para esto habíamos venido...

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