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Vahine, una isla paradisíaca a un paso de Bora Bora

Apenas mide 9 hectáreas, pero son suficientes para albergar unas pocas villas, las que componen un resort de ensueño. Allí no hay prisa, solo ganas de experimentar el Pacífico y la naturaleza de Polinesia.

Con apenas nueve hectáreas, la isla de Vahine es uno de esos rincones del planeta que, tan solo saber de su existencia, ya genera la necesidad imperioso de poder ir, convirtiéndose en un sueño y un anhelo. Y es que pocos lugares como esta isla privada resume con tanta exactitud el concepto clásico de paraíso. Así, no falta un palmeral que casi cubre por ocmpleto el territorio, ni las playas de arena fina y blanca, no demasiado extensas precisamente por la vegetación exuberante; ni las aguas turquesas de la laguna coralina... Y mucho menos las cabañas sobre el agua.

El contraste del Pacífico Sur con la laguna es impresionante. Basta echar un vistazo para ver que el denso azul se transforma en un luminosísimo turquesa. Y la isla queda ahí, en medio, justo en el borde de la barrera coralina que delimita la laguna de Tahaa, en la Polinesia Francesa. No es de extrañar que este resort, miembro de Small Luxury Hotels of the World, esté considerado uno de los mejores del mundo.

Está compuesto por apenas nueve bungalós, siendo el más pequeño el de 54 metros cuadrados, situado en la playa y con vistas al jardín de coral. Si queremos dormir sobre la laguna turquesa, tendremos que reservar una villa de 70 metros cuadrados con capacidad para dos personas, que es el tamaño único en esta localización. La villa más grande, con 112 metros cuadrados, se encuentra en la propia isla, con vistas a Bora Bora.

De hecho, a Vahine se llega a través de un servicio privado de helicóptero desde Bora Bora, que será nuestro punto de encuentro. Si no queremos hacer una jornada de compras allí, un buen plan es hacer snorkel en los arrecifes de coral, o bien practicar windsurf y pescar en el arrecife.

El hotel puede organizar excursiones en barco a las islas vecinas de Raiatea y Tahaa y visitas a granjas de perlas cercanas.

No falta la buena gastronomía. El complejo cuenta con un chef residente, Térence, que ha trabajado en los grandes fogones de los cocineros con estrella Michelin y que ha creado interesantes menús de proximidad con toques internacionales, sobre todo mediterráneos. Imposible no caer rendidos a su mermelada natural de mango o a su yogur casero de vainilla (realizado con vainilla local polinésica).

Desde 487 €/noche (el precio de media pensión añade 90 €/persona y el de pensión completa, 118 €).