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Un bungalow de Rarotonga, Islas Cook

En el archipiélago de las Cook, uno de los lugares más paradisíacos del planeta, se encuentra el Little Polynesian Resort.

Perdido en el Pacífico Sur se encuentra un pequeño archipiélago de 15 islas que, juntas, apenas superan los 240 kilómetros cuadrados. Es el de las Islas Cook, a medio camino entre Nueva Zelanda y Hawái y cuyos 14.000 habitantes se concentran en Rarotonga, la principal, en la que se encuentra una de los hoteles boutiques más interesantes: el Little Polynesian Resort.

Compuesto por 10 bungalows directamente sobre la playa (por cierto, como de postal, con arena dorada muy fina y lleno de palmeras que se mecen con el viento frente al mar turquesa) y cuatro villas con su propio jardín, se trata de un pedacito del paraíso. Las habitaciones, sencillas y con gusto polinésico, están pensadas para el descanso, pero teniendo en cuenta que la actividad real se va a llevar a cabo fuera: en el océano, o en la piscina infinita del hotel, rodeada de sombrillas y palmeras y que enmarca el complejo de techos a dos aguas.

Pasear en bicicleta, pescar, jugar al golf o hacer snorkel a poca distancia de la orilla son solo algunas de las opciones. Para los más arriesgados, siempre hay la opción de hacer deportes acuáticos, así como de sumergirse en aguas más profundas. Eso sin contar con las instalaciones de golf con las que se ha asociado el hotel, así como con su spa.

El día comienza junto a la piscina, donde se sirve un desayuno buffet bautizado como Tropical Island Breakfast, compuesto por frutas locales de temporada, yogur, miel, tostadas, bollos, cereales... Perfecto para coger fuerzas sin miedo a las calorías de más. El resto de la jornada sigue esa filosofía, con un bistró rico en ensaladas y carnes a la brasa, y muchos postres ricos en frutas tropicales.

Reservar una noche en uno de los bungalows es posible a partir de 825 €/noche, un precio que no varía si se prefiere una estancia de una semana. Sí hay ofertas para aquellos que pasen aquí su Luna de Miel, a partir de 500 € si quieren una villa, más alejada de la playa. Con o sin boda mediante, la belleza y el contacto con una naturaleza prácticamente virgen está asegurado.

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