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Rougemont, lujo de estreno junto a Gstaad

Este hotel alpino ha abierto sus puertas esta temporada, con un estilo minimalista que prioriza el confort elegante.

Se define como un hotel boutique con spa de los Alpes Suizos, pero es una descripción tan breve que no nos permite advertir que estamos ante una de las aperturas más interesantes de lo que está siendo la temporada de nieve de este 2015 en el país helvético. Y es que el Hôtel de Rougemont ofrece refinamiento, tradición y, sobre todo, una elegancia muy cuidada, entre el minimalismo y el folclore alpino.

Abrió sus puertas el pasado diciembre, en el pequeño pueblo de Rougemont, a apenas 10 minutos en coche de la más famosa estación de Gstaad; y junto a un aeródromo privado que permite que sus huéspedes puedan llegar hasta él en su jet particular. Nada más llegar, nos llama la atención su estructura, que sigue los parámetros habituales de un chalet de lujo de esta región de los Alpes.

El interior, de hecho, mantiene la estética de las mansiones alpinas, con mucha madera en grandes espacios abiertos y diáfanos, como si fueran lofts en medio de la nieve. De hecho, el equipo de interioristas del hotel puso el acento en el uso de materiales naturales combinados, especialmente madera y piedra, con resultados cálidos y hogareños. La madera de abeto se presenta en colores tenues, una tendencia minimalista que, sin embargo, rehuye del blanco. Al igual que los muebles, que abundan más en tonos crudos y rotos.

A 800 metros del remonte de Vidmanette, todas las habitaciones tienen suelo de madera, baño privado de mármol y madera y vistas panorámicas sobre las montañas. Eso sí, se puede elegir entre varias combinaciones de espacio, ya que las 33 habitaciones se reparten entre dobles, áticos de lujo (hay cuatro y son interconectables), suites Prestige e incluso un par de villas de varios dormitorios en casitas independientes.

En lo que respecta a gastronomía, cuentan con el restaurante Le Roc, una brasserie con carta de local de lujo con cocina de autor, en cuyas mesas no faltan velas ni la mejor cubertería y cristalería. Todos los días ofrecen un menú diferente, con platos creados por el chef Jean-Luc Daniel, cuya máxima es ofrecer cosas sencillas pero, eso sí, llenas de sabor.

No falta un spa, ni una piscina cubierta pequeña en la que darse un chapuzón tras un descenso; y tampoco los grandes salones con muchos sofás y una gran chimenea central. Toda una experiencia que es posible disfrutar desde 460 €/noche.

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