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De ruta por el norte de Navarra

El norte de Navarra es una tierra mágica, ponte en ruta y descubre sus bosques, cuevas, pueblos, tradiciones y leyendas.

Sorprende que en una comunidad pequeña como lo es Navarra puedan tener cabida paisajes y ecosistemas tan diversos, desde las altas cimas del Pirineo hasta el paisaje desértico de las Bardenas Reales, pasando por valles, frondosos bosques como la Selva de Irati, llanuras o una ribera de gran tradición hortícola, de donde salen los pimientos del Piquillo, los espárragos o los cogollos de Tudela. Un escenario que se enriquece con la historia milenaria del Reyno de Navarra, tradiciones, lenguas y un legado artístico muy variado y rico.

El norte de Navarra es, quizá, la parte más sugerente, pues nos lleva a un mundo de magia, brujas y bosques encantados, historias de hidalgos, enclaves fronterizos y caseríos típicamente vascos. Una tierra donde existe una energía brutal entre la naturaleza y el ser humano que, aunque parecía desconocida, el cine y la literatura se están encargando de ponerla en el mapa. Álex de la Iglesia con su película “Las Brujas de Zugarramurdi” puso el foco en estas cuevas, donde ciertamente la realidad y la ficción se mezclan. Su nombre hace mención a las celebraciones paganas que tuvieron lugar en algunas de sus salas en la antigüedad y que, en el proceso inquisitorial de 1609 a 1614, fueron presentadas como prueba evidente de que en Zugarramurdi se desarrollaban actos donde se ejercía la brujería, llevando a la hoguera a decenas de vecinos. Además de visitar las cuevas, hay que dar un paseo por el pequeño pueblo de Zugarramurdi, y visitar el Museo de las Brujas.

Continuamos la ruta por la comarca del Baztán, que inspiró a la escritora donostiarra Dolores Redondo a escribir “El guardián invisible”, “Legado en los huesos” y “Ofrenda a la tormenta”, componiendo la Trilogía del Baztán. Es ésta una comarca de hidalgos e indianos, como lo demuestran sus pueblos salpicados de construcciones medievales y renacentistas, y un entorno natural mágico dominado por los bosques de hayas, epicentro de leyendas y hábitat de los seres de la mitología vasco-navarra. Hay que visitar la capital, Elizondo, situada a ambos lados del río Baztán o Bidasoa, donde destaca la abundancia de casas señoriales y palacios, como el palacio barroco de Arizkunenea. También es de admirar la iglesia de Santiago. Otras localidades de interés de la comarca son Arizkun, Erratzu, Lekaroz o Amaiur, pintoresco pueblo-calle que levantó sus casas siguiendo el Camino de Santiago del Baztán.

Del Baztán nos vamos a la comarca de las Cinco Villas, formada por los municipios de Arantza, Igantzi, Lesaka, Etxalar y Vera de Bidasoa. Estamos ante un paisaje de un intenso color verde surcado por el río Bidasoa y salpicado de caseríos. El carácter de estas villas está marcado por su proximidad con las fronteras del País Vasco y Francia, y por la existencia durante los siglos XVI y XIX de los primeros talleres industriales, las ferrerías. Siguiendo la Vía Verde del Bidasoa podemos descubrir la casa familiar de los Baroja en Vera de Bidasoa, la iglesia barroco-renacentista de San Martín de Tours de Lesaka, la iglesia de la Asunción de Etxalar y su misterioso cementerio, o la ermita de San Juan Bautista de Igantzi.

Otros lugares que no te puedes perder en esta ruta son Urdax, los pueblos del Valle de Ultzama, el Bosque de Orgi o el Parque Natural del Señorío de Bértiz. A la hora de descansar, no se nos ocurre mejor idea que uno de nuestros hoteles con encanto en la comarca de Cinco Villas. El Hotel Churrut, en Vera de Bidasoa, ocupa un edificio del siglo XVIII, de la Familia Churrut, que fue rehabilitado en 2002 para convertirlo en un pequeño hotel de 18 habitaciones. Se respira aire de casa familiar que atesora historia y cultura, pues no en vano es una casa ligada a la estirpe de los Baroja. Cuenta con luminosos salones, un precioso jardín y un restaurante con una decoración muy cuidada y una carta excelente, el Lenkonea, ubicado en la antigua herrería de la casa.

Por su parte, el Arantza Hotela es un hotel de diseño situado en los alrededores de la villa homónima, rodeado de un entorno natural de bosques y montes, que invitan a evadirse y desconectar de la rutina. Lo que más nos gusta son sus habitaciones abiertas al exterior mediante grandes ventanales, cuyas vistas se pueden disfrutar desde el jacuzzi. Las otras joyas son su spa y su restaurante con la categoría de lujo cuatro tenedores, teniendo como base la gastronomía local. Sin olvidarnos de la bodega y de las catas que organizan.

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