Hay sitios para estar y sitios para ir. Sitios para llegar y sitios desde donde partir. Lugares a los que rodear y lugares de los que rodearse. El Hotel Cortijo Santa Cruz tiene un poco de todas esas cosas. Es un sitio para estar en Villanueva de la Serena, provincia de Badajoz, comarca de las Vegas Altas y a la vez de Serena, pegada a Don Benito, a 300 km de Madrid, 58 de Mérida, 728 de Barcelona, 118 de Badajoz y 5,679 km de Nueva York, que siempre hay que saber esas cosillas para tener claro a que hora vuelves para cenar por si quieres salir a dar una vuelta.
El Santa Cruz es un sitio para ir, para dormir en un cortijo extremeño del siglo XIX, que no todos los siglos tienen su solera. Un sitio para tomarte un vino a la vista del Castillo de la Encomienda, para desayunar como nos gusta a ti y a mí, sin que el tiempo te espere y esperando a que la mañana se haga adolescente, para pensar si vamos al embalse de la Orellana o a Trujillo, si conquistamos Medellín o Guadalupe, si nos quedamos en la piscina o nos atrevemos con el gimnasio. Es un sitio para estar pensando donde estar.
Es un sitio de birras con Rafas y Palomas, enredados en sonrisas, de mus con Alfredos y Maytes, dos a grande, tres a chica, que bien me lo paso a pares y si tengo que volver a jugar, pues juego y olvido, que decía Iglesias. Es un olvidarse de Fernandos y Estheres porque te gustaría encontrarlos en un atardecer de junio y volver a conocerlos, birras mediante. Es un paseo de Manolos, Isidros y Mari Ángeles, hablando de lo divino y lo humano, de lo humano y de lo humano. Es un abrazo a Javieres porque lo merecen siempre, una mirada de complicidad a Ricardos, Pepes y Mónicas cómo si supiéramos mirarnos de toda la vida. Es un estate quieto a los Antonios que no paran y a los que no podemos entender pero queremos hacerlo. En el Santa Cruz combinan bien todos los colores de amigos y todos los amigos de colores.
Así que llegas al Santa Cruz para partir hacía el Monasterio de Guadalupe, toda una joya, rematando con una comida en la Hospederia. O hacía Medellín y viajar en una cuesta de los romanos a los caballeros cristianos, del anfiteatro al castillo, y tiro otra vez por si al día siguiente nos vamos, partimos, a Trujillo.
Así que llegas al Santa Cruz para rodearte de una tierra de sabores y de los sabores de una tierra, para quedarte en La Encomienda, un restaurante con nombre propio, el de Nicolás Gómez, y probar sus delicias y dejarte llevar, dejarte estar, hasta el atardecer y más allá. Hasta que el tiempo se haga un ovillo y te deje en paz. Por que estarás en el Hotel Cortijo Santa Cruz, un sitio de esos de estar donde quieras estar.
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