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Hedonismo para los cinco sentidos en el corazón de Vilna

El Kempinski Hotel Cathedral Square reúne gastronomía, relajación y arte en el centro histórico de la capital lituana.

Uno de los lugares de referencia para todo aquel que visite Vilna, la capital de Lituania, es la plaza de la Catedral. No solo por ser una de las más grandes de la ciudad, sino también por su carácter de centro neurálgico de la misma, con el casco histórico a un paso y los ensanches y barrios modernos de rascacielos a un tiro de piedra.

Allí, en un lugar privilegiado frente a la Catedral y, sobre todo, su bonito campanario exento, que fuera hace siglos parte de la muralla de Vilna, de ahí su arquitectura claramente defensiva, se encuentra uno de los dos únicos hoteles que tienen la categoría de cinco estrellas Gran Lujo de la ciudad: el Kempinski Hotel Cathedral Square. Se trata de un complejo en el que todo está pensado para el disfrute sensorial. Tacto, vista, gusto, olfato y oído se encuentran aquí en un paraíso que obliga, aun más si cabe, a enamorarnos de Lituania y su gente.

Y es que este establecimiento se encuentra en un antiguo palacio decimonónico de estilo imperial en cuyo interior se encuentran 96 habitaciones y suites, algunas de estas últimas con dos plantas, siendo la última abuhardillada y con vistas directas sobre la catedral. La decoración es moderna y contemporánea, con guiños al mundo del arte pero permitiendo siempre una sensación de amplitud que aleja el barroquismo.

Uno de los puntos fuertes del hotel es su spa, considerado uno de los mejores de toda Lituania. De acceso libre desde las 7 de la mañana a las 10 de la noche, los huéspedes pueden disfrutar en él de una pequeña piscina donde dar algunas brazadas, un jacuzzi, una sala de vapor y una sauna, además de diferentes duchas de varias temperaturas y cabinas de tratamiento. A su lado, un pequeño pero bien equipado gimnasio es el contrapunto a tanta relajación (en este caso, abierto las 24 horas).

El servicio es atentísimo, señal inequívoca de la cadena Kempinski, con detalles de cortesía desde que entramos por primera vez en el establecimiento como cuando hacemos el registro de salida, donde no falta la clásica galleta con el logotipo. Se ve claramente en el restaurante Telegrafas, donde el desayuno se sustenta en todo tipo de zumos caseros, huevos realizados al momento al gusto y, sobre todo, una bollería estupenda que se completa con una gran diversidad de panes (los lituanos presumen merecidamente de ser uno de los países donde el pan está más rico y donde se puede comer de mil formas y procedencias).

Con grandes camas King Size, una carta de almohadas amplia y gratuita, que prácticamente nos deja sin excusas para no dormir como si estuviéramos en el paraíso, y baños completos con duchas de efecto lluvia, es el mejor centro de operaciones para descubrir una de las capitales más vibrantes del oriente europeo (desde 250 €/noche).

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