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En el castillo de los cuentos de Andersen

El castillo de Broholm, en Fionia, es uno de los hoteles más pintorescos y exclusivos de Dinamarca. Sentirse como un huésped de hace siete siglos es sencillo entre sus muros.

Fionia es la segunda isla más grande de Dinamarca. Presidida por la hermosa ciudad de Odense, se encuentra a medio camino entre la parte continental del país y Selandia, donde está Copenhague. Es conocida como el 'jardín de Dinamarca' por sus muchos bosques y cuidados campos de flores, pero también por ser el hogar del literato más universal del país: Hans Christian Andersen, cuya casa se encuentra precisamente allí, un museo visitable y en el que se representan sus cuentos en el jardín.

Es, como toda Dinamarca, tierra de castillos. Allí está el de Nyborg, el castillo real más antiguo del reino danés. Pero también uno muy curioso: el de Broholm. Este sirvió de inspiración a Andersen para muchos de sus cuentos, de ahí que forme parte de la famosa Ruta que en torno al escritor se ha creado por toda la isla. Pero no solo por él, hospedarse en Broholm es toda una experiencia porque no todos los días uno puede dormir en un castillo con más de siete siglos de historia entre sus muros.

Se encuentra al sur de la isla, no muy lejos del mar, al sur de Nyborg. Es un lugar idílico, con su parque privado, su casa palaciega junto a un lago, su cascada... Se trata de un lugar privado, aunque los parques y jardines son públicos en toda Dinamarca. La restauración que vivió en 2002 le dejó aun más reluciente, de ahí que se pueda disfrutar de unas instalaciones en perfecto estado.

Entrar en sus dependencias es como estar en otro tiempo, concretamente en el siglo XIX, cuando la nobleza danesa llenaba las estancias de lujos franceses y alemanes, grandes cuberterías, arañas de cristal imposibles, recargados muebles rococós... Pero también tiene ese lado escandinavo medieval, con grandes muros, ladrillos a la vista, pequeñas ventanas, formas imposibles en los tejados...

No es de extrañar que parte del complejo sea un museo, y es que el propio hotel lo es también, aunque para los huéspedes, claro. Habitaciones y pequeñas suites se suceden con todos los lujos, alfombras persas, camas con dosel, sábanas del mejor algodón egipcio, muebles de época... Imposible no querer alargar el viaje todo lo posible.

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