La aldea donde se encuentra el hotel El Racó de Madremanya en Girona no es un punto evidente del mapa, no es lugar de paso, sino de destino. De destino porque apetece mucho no seguir camino, a pesar de su proximidad con la Costa Brava y Girona ciudad, y hacer unas jornadas en este pueblito medieval que conserva como pocos su trazado original, sus casas en curva y sus arcos de contrafuerte.
En este marco de otro tiempo, Iván y Josep han rescatado una gran masía del siglo XVII para crear un verdadero hotel con encanto. Se ha convertido en jardín cuidadísimo la generosa parcela y construido, en el otro extremo, un ala vanguardista con líneas de hierro corten, espacios acristalados, suites de diseño y baños divertidos. Si en la masía encontramos espacios muy típicos de la zona, como el salón de bóveda o la cocina de carbón en hierro colado, y donde destaca el gusto por el detalle, en el ala moderna contemplamos el generoso jardín desde cualquier ventanal o pared de cristal.
El jardín no es ajeno a esa dualidad, y entre espacios de césped impoluto y puntos de luz muy estudiados se salpican retazos de arbustos del bosque o la sombra centenaria de una higuera junto una de las dos piscinas del hotel, una de agua dulce climatizada (de abril a octubre), y otra de agua salada, y donde el canto de los pájaros acompaña la tranquilidad rural de este fabuloso lugar.
El hotel El Racó de Madremanya ofrece diez habitaciones con todo el encanto de un pueblo medieval y la sofisticación de los detalles llenos de buen gusto: el lugar donde siempre se quiere volver.
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