Dicen que el lujo se mide en los pequeños detalles, y puede que uno de ellos pase por poder despertarse en Bilbao, descorrer las cortinas, y encontrarse cara a cara con el Guggenheim. El día ha amanecido gris, acaba de llover, y las láminas de titanio del museo reflejan con más intensidad si cabe los tímidos rayos de sol que luchan contra las nubes para imponerse poco a poco en este indefinido día de marzo. Me quedo un rato pegada a la ventana, observando, embrujada por el maravilloso contraste entre el edificio de titanio y las verdes montañas detrás. Una lucha por el título a la majestuosidad.
Estoy en el Hotel Miró, un alojamiento de lujo y diseño inspirado en el concepto neoyorquino de los “hoteles boutique” nacido en los 80 de la mano del hotelero (y ex propietario de Studio 54) Ian Schrager. El nombre se usa para referirse a alojamientos pequeños pero con servicios dignos de un gran hotel. Tal y como ellos lo describen, “oasis urbanos donde el cliente se sienta como en casa”.
¿Y qué mayor evocación de un paraíso en la ciudad que un área dedicada al bienestar? El Miró cuenta entre sus instalaciones con la Wellness Suite, una sala de masajes con amplia carta de servicios, y el Acqua Wellness, una sala con baño de vapor, bañera y ducha de hidromasaje. Ambas son de uso privado para los clientes del hotel. Y más detalles: las amenities en cada baño son productos 100% naturales de la prestigiosa marca “Rituals”. Cuidarse –sobre todo mientras se viaja- siempre es un placer.
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