¿Hay una dirección más simbólica en Viena que el número 1 del Prater? Antiguo coto de caza, esta calle ahora en medio de la capital es un popular espacio de recreo en el que se sitúa el parque de atracciones más antiguo del mundo. Un icono al que ahora se le suma otro, aunque esta vez con todo el diseño y la modernidad propias del siglo XXI. Y es que es difícil no maravillarse ante el trabajo que se ha realizado para levantar el Sofitel Vienna Stephansdom, toda una oda al diseño contemporáneo.
Inspirado en el esplendor gótico de la vecina Catedral de San Esteban, el arquitecto francés Jean Nouvel firma un diseño de vanguardia, con una torre construida sobre una base de cristal que contrasta con la silueta del casco antiguo. Como dicen desde la hotelera, "constituye una auténtica obra de arte". De ahí que no haya pasado desapercibido.
A un paso de la estación de Schwedenplatz, cuenta con 182 habitaciones que pueden presumir de las mejores vistas gracias, precisamente, a la impresionante fachada de cristal. Claro que si hay dos rincones que tienen exclusivamente las mejores panorámicas, esos son su restaurante y su spa. Este último se llama el So Spa y cuenta con una carta de tratamientos en los que destacan los masajes orientales, los faciales japoneses o la exfoliación indonesia con productos Parisian Cinq Mondes y Carita.
La restauración corre por cuenta de Le LOFT, un restaurante gourmet que destaca, además de por sus vistas, por un techo de muchísimo colorido, credo por el artista multimedia Pipilorri Rist. Está en la planta 18 y al frente de los fogones tiene al chef Fabian Günzel, que apuesta por la cocina de proximidad. Si puedes, no dejes de ir a su bodega, con cuatro metros de altura y que parece la cueva del tesoro (vinos austriacos, franceses y de otros países).
Con un interiorismo minimalista, monocromático y funcional, es el mejor lugar desde el que descubrir la capital austriaca (desde 265 €).
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