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Coral Caye, la isla privada de la familia Coppola

Francis Ford Coppola no ciñe su particular visión al mundo del cine y la gran pantalla. Además de su labor en Hollywood, él y su familia han creado un pequeño emporio de hoteles boutique que marca huella especialmente en Latinoamérica, donde cuenta con establecimientos en Argentina, Guatemala y Belice (hay que añadir, además, uno en ... Coral Caye, la isla privada de la familia Coppola.

Francis Ford Coppola no ciñe su particular visión al mundo del cine y la gran pantalla. Además de su labor en Hollywood, él y su familia han creado un pequeño emporio de hoteles boutique que marca huella especialmente en Latinoamérica, donde cuenta con establecimientos en Argentina, Guatemala y Belice (hay que añadir, además, uno en Italia). Ahora la familia crece y suma un nuevo hotel, complemento del Turtle Inn, la estrella de su porfolio en Belice.

La nueva apuesta se llama Coral Caye y es una pequeña e idílica isla privada frente a la barrera de arrecifes del país centroamericano. Allí el tiempo pasa lentamente y que apenas tenga algo menos de una hectárea de tamaño, así como una capacidad limitada a doce personas, repartidas en dos cabañas de madera, a modo de chalet temporal, ayuda bastante a sentirse como un Robinson.

La desconexión es total, rodeados de palmeras, en un espacio de arena fina y blanca frente a un mar que siempre sorprende con varias tonalidades de azul, verde y turquesa. El ecosistema de manglares, las empalizadas que dejaron allí los pescadores que solían fanear en sus aguas, las piedras de la orilla... todo parece sacado de uno de los escenarios irreales de las películas del propio Coppola. Pero no, Coral Caye es real.

Situado a 25 minutos en barco del complejo Turtle Inn, donde los huéspedes pueden disfrutar de los servicios más tradicionales de un gran hotel caribeño de vacaciones, Coral Caye está pensado como refugio de descanso, un lugar al que retirarse a pensar, a desconectar, a no hacer nada. La comida llegará cada día desde el complejo, por lo que no hay que preocuparse de nada, y no faltará la barbacoa creolesa, el pescado recién pescado y cocinado o la fruta más exótica.

Lujos que nos apartarán un poco de lo que teníamos en la mente de cómo sería la vida de un Robinson Crusoe de verdad, pero que nos permitirán disfrutar el Caribe como auténticos hedonistas. Y, a partir de 1.100 €/noche, la ocasión merece la pena.